Ilustración de Fabricio Vanden Broeck en La rama

De esa forma, La rama prepara a los lectores para lo que sigue, que podríamos llamar el siguiente nivel de interpretación: la rama en el sentido metafórico, es decir, las ramificaciones del cuerpo humano (brazos, piernas, cabeza), de la naturaleza (los ríos y torrentes) o del sistema nervioso y el aparato circulatorio del cuerpo humano. Todo, siguiendo la misma lógica, yendo de lo pequeño a lo grande y de lo general a lo particular. 

Hacia el final del libro nos vamos acercando a la rama como metáfora un poco más abstracta, pues se habla de las jerarquías, los árboles genealógicos y el trabajo en equipo que nos permite alcanzar cualquier objetivo, desde “fundar un club” hasta “alcanzar la Luna” (Vanden Broeck, 2015). Esto último le da un punto de ficción imaginativa a este libro ilustrado de no ficción. 

Ilustración de Fabricio Vanden Broeck en La rama

El orden de “menos a más” y la poca variedad de tipos de discurso que encontramos en La rama (y también en La esfera) podrían indicar que se trata de libros ilustrados de no ficción para primeros lectores. Unos libros como estos me parecen una excelente entrada no sólo a los conocimientos generales que se pueden adquirir leyendo libros ilustrados de no ficción, sino también al pensamiento crítico y a la curiosidad.

2. Desorden

Aunque el libro del que voy a hablar a continuación no está escrito ni hecho en México, sino realizado por autores franceses (y además, alude a un contexto francés), es un ejemplo de desorden en los libros ilustrados de no ficción. Se trata de Un jardín para comer a tu alcance de Nathalie Tordjman (texto) y Olivier Latyk (ilustraciones), publicado por Oniro, un sello de Planeta.  

Debo confesarles que caí en el encanto de las ilustraciones, que son muy tiernas y algunas, muy narrativas. Sin embargo, tanto el texto como su disposición y su falta de jerarquización en la página deja mucho que desear. Ahora comprendo lo que me decía una escritora y editora de libros para niños: hoy en día, el mundo es de los ilustradores; no te extrañe ver libros con ilustraciones preciosas y un texto pobre.

Sigamos la misma lógica de La rama y comencemos hablando de la estructura general de este libro. Los capítulos son los siguientes: “I. Verduras y frutas en todos sus estados; II. Todo un año en el huerto; III. Los entresijos del huerto; IV. La historia de las verduras y las frutas” (Tordjman, 2008). Si bien no todos los libros ilustrados de no ficción deben estructurarse en orden cronológico, en este caso, dicho orden hubiera resultado más provechoso: primero, hablar de la historia de las frutas y verduras desde la prehistoria (como sucede en el capítulo IV) y luego, hablar de las frutas y verduras hoy en día y la logística que deben seguir para llegar a los mercados (lo cual se explica en el capítulo I). De esta manera, se hubiera podido notar la larga travesía que debían afrontar las frutas y verduras durante la Conquista de América y luego, los caminos mucho más cortos y prácticos que transitan hoy en día gracias a procesos tecnológicos como la cadena fría y la congelación. 

Ahora, acerquémonos a una página para ver otros tipos de desorden. En el segundo capítulo, “Todo un año en el huerto”, se habla sobre la importancia de la rotación de cultivos (es decir, no sembrar siempre las mismas frutas y vegetales para no dañar el terreno). Para ello, se habla de los grupos A, B, C, D y E, que incluyen distintas frutas y verduras. Sin embargo, no se explica de dónde sale o quién diseñó esta clasificación, pero quizá lo más grave es el desorden que presentan las ilustraciones. 

Dispuestos los grupos en dos columnas, el lector se encuentra primero con el A, luego con el B, C, D y E. A cada uno de ellos se le dedica un párrafo que habla sobre las necesidades que requieren del suelo y las plantas que los conforman. Por último, está el párrafo titulado “Unas después de otras” (Tordjman, 2008, p. 33), que explica el orden y el tiempo de rotación de cada grupo de cultivos, lo cual, evidentemente, tendría que estar al principio de esta sección.

Ilustración de Olivier Latyk en Un jardín para comer a tu alcance, texto de Nathalie Tordjman

Además de estos desórdenes, bien localizados, Un jardín para comer a tu alcance no tiene muy claras las jerarquizaciones. El texto, ya de por sí cargado de datos e información que puede saturar al lector, no juega con el diseño y la disposición en cada doble página. Lo único que está claramente diferenciado son las recetas y los experimentos, aunque esto tampoco está ordenado: al principio aparecen sólo recetas; luego, sólo experimentos y al final, a veces recetas y a veces experimentos. No está claro por qué se tomó esta decisión.

3. El desorden del lector

Los libros ilustrados de no ficción, al igual que los libros álbum en ciertas ocasiones, tienen la bondad de permitirle al lector transitar como quiera por la doble página. A veces puede leer el texto, a veces puede optar por solamente ver las imágenes y en otras ocasiones, concentrarse en otro/s tipo/s de texto contenidos en el mismo libro ilustrado de no ficción.

Una cocina toda de chocolate, de Alain Serres (texto) y Nathalie Novi (ilustraciones) es un ejemplo de libro ilustrado de no ficción que le permite al lector transitar a su aire, con su propio ritmo, por el libro. A primera vista, este libro parece un recetario (de hecho, cuando lo compré, estaba en la sección de cocina de la librería), pero es más que eso, ya que, si bien las recetas están al centro del discurso, el lector también se encuentra con minificciones, datos curiosos y, por supuesto, las sugerentes ilustraciones de paisajes tropicales y de los platillos elaborados con chocolate.

Doble página de Una cocina toda de chocolate. Ilustraciones de Nathalie Novi y texto de Alain Serres

Las recetas toman prioridad en este libro porque, como puede notar el lector, tienen una tipografía más grande, los títulos tienen otro color y siempre se acompañan con ilustraciones, lo que pone de manifiesto la forma en que el libro quiere ser leído. Además, el gran formato de esta obra (28.5 x 35 cm) facilita su uso en la cocina, donde la receta que se esté preparando siempre tiene que estar claramente a la vista.

Sin embargo, eso no impide que Una cocina toda de chocolate sea leída de otras maneras: puede que el lector sólo lea las minificciones y los datos curiosos y se salte las recetas o bien, puede explorar las ilustraciones. Otra opción es que efectivamente use el libro como recetario y lea los demás textos y vea las imágenes mientras su receta se cocina en el horno o se solidifica dentro del refrigerador.

Este “libre tránsito” por la página está determinado justamente por las jerarquías de las que he hablado antes y con las que no cuenta Un jardín para comer a tu alcance. Al estar perfectamente definidos todos los tipos de discurso y al respetar un ritmo especial (es decir, la frecuencia con la que aparecen las imágenes a doble página acompañadas de la minificción, lo que a mí me gusta llamar mini álbumes), el lector no se estresa con la información proporcionada, ya que puede manejarla y dosificarla a su gusto, lo cual resulta más difícil en Un jardín, por las razones que ya he expuesto. 

4. La libertad del orden y el desorden

Los libros ilustrados de no ficción tienen que presentar un orden y una lógica, como cualquier otro tipo de discurso. Pero, en este caso, el orden no es impositivo, ya que funciona, más bien, como una base para que el lector construya su propio camino y sus interpretaciones, como cualquier otro libro. 

Al caminar libremente por la página, el lector es capaz de ver cosas más allá de las que el texto le propone, y esto es sumamente importante para empoderar a los niños y que se vuelvan independientes en el proceso lector, ya que, de esta manera, se desembarazan de la interpretación adulta y entran, poco a poco, en el sistema de construcción de sentido de los textos. Ese debería ser el principal objetivo de cualquier tipo de libro para niños. 

Tampoco quiero demeritar la participación de los adultos (padres, maestros o mediadores) en el proceso lector de los niños; no quiero decir que se deba prescindir de ellos. De hecho, muchos libros ilustrados de no ficción, como Una cocina toda de chocolate, fomentan esa colaboración al decir, al principio de la obra, que los niños pueden preparar solos la mayoría de las recetas, aunque no está de más la ayuda de algún adulto. Pero la cuestión de la invitación en el libro ilustrado de no ficción es otra historia y merece ser contada en otra ocasión. 

Alguna vez, en un ensayo de Gabriel Zaid (un excelente crítico de la práctica de la lectura), leí que, entre las muchas metáforas con las que se concebían a los libros, está la del libro como ágora, como ese lugar abierto que propiciaba la conversación cultural y literaria. No puedo pensar en una mejor metáfora para hablar de los libros ilustrados de no ficción, ya que, como he dicho, su principal objetivo no es que los lectores memoricen una gran cantidad de información, sino invitarlos a la conversación crítica, literaria y artística. Para ello, los libros con lógica y orden interno nunca están de más.

Para preguntar en la librería:

Serres, Alain y Novi, Nathalie. (2009). Una cocina toda de chocolate. España: Kókinos.

Tordjman, Nathalie y Latyk, Olivier. (2008). Un jardín para comer a tu alcance. España: Oniro.

Vanden Broeck, Fabricio. (2015). La rama. México: El Dragón Rojo.

Vanden Broeck, Fabricio. (2013). La esfera. México: El Dragón Rojo.