Osos, elefantes, ratones, sapos y lobos. Animales en la literatura para niños

No me considero una animalista, mucho menos una ecologista, pero me gustan los símbolos.

La naturaleza y, particularmente, los animales, nos han proveído de símbolos desde tiempos muy antiguos. Los animales en la literatura han sido metáforas, dobles, alegorías, y también aliados y enemigos del ser humano. Ejemplos hay miles, pero en esta entrada (que puede ser la primera de muchas) he querido hablar de cinco libros que tienen animales como protagonistas.

El oso que no lo era, Frank Tashlin (texto e ilustraciones)

Me sorprendió la sencillez de la historia y la profundidad de la metáfora en El oso que no lo era, un cuento ilustrado sobre un oso que, al despertar de una larga hibernación, descubre que su bosque ha sido convertido en una fábrica. El oso le intenta explicar al capataz (y luego al Vicepresidente Tercero, al Vicepresidente Segundo, al Vicepresidente Primero y finalmente, al Presidente de la fábrica, en lo que parece ser una loca carrera burocrática) que no es un hombre disfrazado y tonto, sino un oso.

Pero el oso es llamado tantas veces “hombre tonto, sin afeitar y con un abrigo de pieles” que termina por creérselo y trabajar varios meses en la fábrica, hasta que se olvida de cómo ser un oso y, cuando llega la época de nieves otra vez, no sabe que tiene que refugiarse en una cueva.

El oso que no lo era nos pone ante una interrogante explorada millones de veces por la literatura y la filosofía: la identidad y las preguntas ¿quién soy?, ¿cómo sabemos que somos quienes creemos que somos?, ¿cómo demostrarlo? El oso de esta historia se “acultura” hasta convertirse no en un humano, sino en un obrero de la fábrica, lo cual borra por completo su identidad. Este es el drama que vive cualquier obrero de cualquier fábrica del mundo: la pérdida del yo ante el trabajo repetitivo de grandes corporaciones.

Las ilustraciones de El oso que no lo era no fungen, precisamente, como las ilustraciones de un libro álbum, pero aun así, le aportan información nueva al lector. De hecho,  las ilustraciones son las encargadas de mostrar el absurdo que reina en la burocracia y en el mundo corporativo a través de su vertiginosidad y su ironía. Noten, por ejemplo, que en cada oficina que visita el oso para hablar con el Vicepresidente Tercero, el Vicepresidente Segundo, el Vicepresidente Primero y finalmente, con el Presidente, se va agregando una secretaria (idéntica a la anterior) y un teléfono, a medida que el oso sube de nivel en el organigrama de la empresa para intentar explicar quién es.

Historia de Babar, el elefantito, Jean de Brunhoff (texto e ilustraciones)

Babar, el elefantito, también se incorpora a la vida humana, aunque de un modo muy distinto al del oso de El oso que no lo era. Después del asesinato de su madre a manos de unos cazadores, Babar huye de su natal selva y corre hasta llegar a una ciudad, en donde conoce a una anciana señora muy rica que lo cuida, lo educa y le compra trajes muy elegantes. Pero, a pesar de su nueva vida en la ciudad, Babar se siente triste, ya que extraña la selva y a sus primos, Arturo y Celeste.

Ahora que lo pienso, Historia de Babar, el elefantito se parece mucho a Heidi o a cualquier coming of age story. Babar deja su hogar, es decir, lo salvaje, lo indómito, y lo cambia (al menos, temporalmente) por otro mundo en el que aprende cosas nuevas y luego, lleva ese conocimiento a su pueblo natal para mejorarlo: Babar regresa, más culto y maduro, para casarse con Celeste y convertirse en el rey de su aldea.

Como muchas historias exitosas sobre animales, Babar se convirtió en una serie de libros, y así, tenemos El viaje de Babar, El Rey Babar, El ABC de Babar, Las vacaciones de Zefir, Babar en familia y Babar y Papá Noel, escritos entre 1932 y 1941. Y, como muchas historias que se convierten en íconos, otro autor ha continuado escribiendo las aventuras del elefantito: Laurent de Brunhoff, hijo de Jean de Brunhoff.

Las ilustraciones me encantan por su dejo impresionista. El paisaje de la selva, con los elefantitos bañándose y luego, el paisaje de la ciudad, cuando Babar pasea en su coche, están atiborrados de color y de formas dibujadas con suavidad y delicadeza. En parte, el estilo de las ilustraciones es lo que define el tono tierno de la historia en su conjunto.

Sapo y Sepo, inseparables, Arnold Lobel (texto e ilustraciones)

Lo que me encanta de Sapo y Sepo es su inocencia, su ternura y también, el absurdo filosófico y sutil de las historias que protagonizan. Su relación fluctúa entre el amor y la amistad, y he leído a muchos críticos que aseguran que Sapo y Sepo, inseparables es una metáfora de una relación homosexual (incluso, esta opinión se “refuerza” gracias a la vida privada de Arnold Lobel, quien confesó ser gay luego de la publicación de esta obra). 

Sin embargo, yo siempre acudiré a María Nikolajeva, a quien ya he mencionado antes en este blog y en cualquier ocasión que se me presente. Esta autora dice que los animales u objetos inanimados antropomorfizados no tienen género ni edad, a diferencia de los personajes humanos. Yo estoy de acuerdo con eso y también pienso que, gracias a que Sapo y Sepo son batracios y no humanos, podemos apreciar su amor y amistad de manera pura, como si estuviéramos observando colores en un cuadro abstracto y accediéramos a ellos directamente.

«Sapo y Sepo, inseparables», ilustración de Arnold Lobel

Quiero decir que no importa mucho si realmente Sapo y Sepo son una alegoría de una relación homosexual, porque la historia habla sobre algo mucho más profundo, como la tolerancia y la sensibilidad que tenemos hacia las excentricidades del ser amado. Es especialmente tierna la historia en donde Sepo hace una lista de cosas que tiene que hacer, como desayunar, vestirse o dar un paseo con Sapo. Pero cuando la lista se va volando por los aires, Sepo dice que no puede ir tras ella, porque eso no estaba dentro de las cosas que tiene que hacer. Aun así, Sapo corre detrás de la lista y acompaña a Sepo a quedarse sentado, sin hacer nada, hasta que se hace tarde y tienen que dormir.

Incluso ante las dificultades de la vida, sean estas reales o imaginarias, grandes o pequeñas, Sapo y Sepo siempre están juntos; no por nada son inseparables.

Pinta ratones, Ellen Stoll Walsh (texto e ilustraciones)

Muchos recordarán Pinta ratones o Cuenta ratones, ya que son parte de la colección “Los especiales de A la orilla del viento”, creada en el Fondo de Cultura Económica por uno de los editores más exitosos de México, Daniel Goldin.

Pinta ratones es un libro álbum para niños pequeños, yo diría que de 3 años en adelante. El texto breve, las ilustraciones minimalistas y el carácter juguetón de las relaciones entre ratones y gato le confieren gran ternura a este libro.

Los ratones son precavidos y curiosos a partes iguales. La hoja blanca es su lugar seguro para esconderse del gato, porque su pelo se confunde con el color de la hoja. Sin embargo, eso no les impide salir un momento de dicha zona de confort para explorar los jarros de pintura que se asoman unos pasos más allá.

Todo juego es descubrimiento y aprendizaje; en este caso, los ratones descubren los colores que nacen de la combinación de colores primarios. Pero pronto se dan cuenta de que estos colores no les ayudan a camuflarse.

Me gusta leer álbumes para niños muy pequeños o bebés porque me devuelven a una sencillez que se presenta, casi siempre, como necesaria y urgente. De pronto siento que la escritura, los libros o la vida misma se embrollan demasiado o que dicen poco con muchas palabras. En un mundo así, refresca la sencillez.

Lunática, Martha Riva Palacio (texto) & Mercè López (ilustraciones)

Desde hace algunos años sigo la trayectoria y las obras de Martha Riva Palacio, para mí, una escritora de atmósferas con una sensibilidad que yo encuentro muy acorde al tipo de sensibilidad que me gusta encontrar en los libros, especialmente en la literatura infantil. Me sucedió lo mismo cuando leí La bolsa amarilla, libro del que ya hablé en este blog y del cual seguiré hablando todo el tiempo. 

Dado que no soy una gran lectora de poesía, me apoyo en esta atmósfera para leer Lunática. La atmósfera, iluminada por las ilustraciones de Mercè López, me habla de una niña inmersa en su propio mundo artístico, con un lenguaje que ella misma ha inventado. En este mundo, el yo se transforma en una niña-loba, en una lunática-licántropa; su cuerpo es “una pradera infinita en la que aúlla el lobo de los cuentos de hadas” (Riva Palacio, 2015) en donde tienen lugar infinitas aventuras, desde un raspón en el tobillo hasta rascarse las pulgas con una pata. 

«Lunática», ilustración de Mercè López

El yo se transforma y con él, el entorno. Lunática se desarrolla en el mundo de la imaginación, pero no se trata de una imaginación desbordada como la de, por ejemplo, Alicia en el país de las maravillas, sino de una imaginación contemplativa que mira hacia dentro y que ocurre en cualquier momento: al subir un muro o en la bañera. 

Siempre nos encontraremos con la loba blanca, alter ego de la niña soñadora. ¿Cuántos de nosotros no hemos deseado alguna vez convertirnos en otro animal, más fuerte, más inteligente, más valiente? ¿No sería ideal meternos, como aquella princesa, en una piel de asno y experimentar el cuerpo y el mundo de otra manera?

Al final, creo que las alegorías nos permiten eso, justamente. Los animales son nuestro espejo, aunque no siempre nos devuelvan una imagen fiel de nosotros mismos (como sucede en las fábulas de Esopo). Como digo, esta fue sólo una muestra de los animales y su relación con lo humano en la literatura para niños, pero todavía quedan muchos ejemplos.

Para preguntar en la librería:

De Brunhoff, J. (2010). Historia de Babar, el elefantito. México: Alfaguara.

Lobel, A. (2017). Sapo y Sepo, inseparables. México: Loqueleo.

Riva Palacio, M. y López, M. (2015). Lunática. México: Fondo de Cultura Económica – Fundación para las Letras Mexicanas. 

Stoll Walsh, E. (2020). Pinta ratones. México: Fondo de Cultura Económica.

Tashlin, F. (2021). El oso que no lo era. México: Loqueleo.

Algunos prejuicios de la literatura infantil que ya no tienen cabida en este mundo

Hoy, 2 de abril, es el Día del Libro Infantil y Juvenil. En El Carrito Rojo ya he hablado sobre lo que hace memorable a un libro infantil, y muchas de esas razones me parecen buenos pretextos para leer LIJ.

Pero hoy, con motivo de este maravilloso día, quiero escribir sobre los prejuicios que, tristemente, todavía existen en torno a la LIJ. Algunos de ellos los he escuchado en la vida real, ya sea porque me los han dicho o porque los he escuchado en librerías (siempre presten atención a lo que oyen y ven en librerías, es una excelente manera de descubrir cómo lee la gente).

“Como es un libro infantil, la bruja que aparece no puede ser mala”

¿Creen los padres que su hermosa palomita blanca se convertirá en un niñito psicópata si lee Maus? ¡Por supuesto que lo creen! De otra forma, no intentarían censurarlo tan ferozmente. Pero eso conlleva que no confíen en el criterio de su palomita blanca y que piensen que es lo suficientemente tonta como para dejarse influenciar (al grado de cambiar toda su personalidad) por la lectura de un solo libro.

Esa es la razón por la que me enferman las nuevas lecturas de libros clásicos. La nueva versión de Las brujas está edulcorada, como si temiera asustar a los niños. Por ejemplo, en el libro, las historias sobre brujas que la abuela le cuenta al protagonista son inolvidables: todos nos asustamos con la niña que se quedó atrapada en un cuadro o con el niño que se convirtió en piedra y empezó a servir como perchero para las visitas que llegaban a su casa. En la película, en cambio, la Gran Bruja convierte a una niña en una gallina gigante y, aunque esto también pasa en el libro, en la película se afirma que la chica-gallina continuó viviendo con su familia, mientras que, en la novela, no está claro si desapareció o no.

No estoy comparando el libro con la película, y no me gusta pensar que tal o cual adaptación es mejor o peor. Me preocupa la lectura que le estamos ofreciendo a los niños, pues me parece que es propia de padres que desean pavimentarles el camino a sus hijos para evitarles el sufrimiento. Pero nadie puede vencer el sufrimiento evitándolo. Es necesario encararlo y, para eso, tenemos que nombrarlo. O, si no lo nombramos, podemos permitirnos jugar con la incertidumbre y la ambigüedad para despertar emociones auténticas en los lectores. De eso se trata la verdadera literatura.

No estoy hablando aquí de una literatura para niños cruel, despiadada y cruda. La forma de narrar la crueldad es muy importante para construir empatía con los lectores, así como ofrecerles una salida, una solución, una esperanza. Se trata de recordar que los dragones se pueden vencer.

“Puedes escoger un libro, pero que te enseñe algo”

Claro, mamá, ¿está bien si ese libro me enseña a desobedecer críticamente? ¿O si habla de la diversidad sexual? ¿Qué tal si es un libro sobre la crueldad humana? ¿O sobre el abuso, la muerte, las injusticias?

Creo que cuando los padres buscan que un libro “tenga mensaje” o “deje una enseñanza”, se refieren a fábulas con las cuales ellos (los padres) se sientan cómodos. La “enseñanza” termina, casi siempre, siendo un “¿ya ves lo que les pasa a los que no son buenos chicos?”, como un Pedro Melenas moderno.

«Cómo hacer que tus papás amen los libros para niños», Alain Serres (texto) & Bruno Heitz (ilustraciones)

A veces, pareciera que la moralidad ya está superada en la LIJ, pero muchos consumidores (padres, maestros, tutores) la buscan constantemente porque quizá creen que los libros educan o te vuelven una mejor persona. Les tengo noticias: no es así. Los libros sirven para lo que sirven: para pensar, para imaginar, para abrir la puerta a otros mundos, para inspirarse, para ser más críticos, para saber cosas sobre el mundo, la historia, la ciencia… o para nada. Quizá los libros sólo nos sirven para pasar un buen rato con nosotros mismos. Y eso ya es una enseñanza que vale oro.

“Los libros infantiles son sólo ‘cuentos’”

En la LIJ hay cuentos, álbumes ilustrados, poesía, novela, novela gráfica e incluso Formas de Contar No Identificadas (FCNI) porque combinan varios géneros o se inventan unos nuevos. La LIJ es más compleja de lo que creemos, pero, aun así, nos invita a entrar en su bosque.

Y en ese bosque, la libertad es la regla. Pienso en autores de literatura para adultos, como César Aira, a quienes la crítica ya ha encasillado como autores “raros” o “excéntricos” (otro autor excéntrico podría ser Francisco Tario) por sus temas y personajes demasiado fantasiosos, como la Princesa Primavera, el Capitán Otoño y su árbol de Navidad. La princesa Primavera sería un “cuento” más si estuviera dirigido a los niños, pero en la literatura para adultos, este tipo de novelas son poco comunes, según la crítica.

Hasta donde yo sé, la crítica de LIJ no ha hecho la distinción de “LIJ excéntrica” porque sería un tanto absurdo. Esto es sólo una intuición y puedo equivocarme, pero pienso que no existe tal cosa en la LIJ porque la libertad fantasiosa y la imaginación son la norma. Aquí, más que en la literatura para adultos, se puede escribir lo que uno quiera.

Los prejuicios nacen del desconocimiento y de los estereotipos. Mientras escribía esta entrada, recordé el álbum Cómo hacer que tus papás amen los libros para niños, con texto de Alain Serres e ilustraciones de Bruno Heitz. Allí hay algunos prejuicios, detrás de las recomendaciones para convencer a los padres de leer libros para niños. Una de ellas dice: “Si tus papás dicen que los libros para niños sólo cuentan tonterías… respóndeles que tienen razón, pero que lo sientes… ¡porque las tonterías realmente te fascinan!” (Serres, 2012, pp. 12-15). Esa es la magia de la literatura infantil: son tonterías muy serias.

Las brujas no lloran, tienen que pelear

Creo que fue hasta este otoño que me di cuenta de lo mucho que me gustan las brujas como personajes literarios, tópicos y arquetipos. Para explorar ese gusto, y aprovechando la atmósfera del mes de octubre, en esta entrada escribiré brevemente acerca de cuatro libros sobre brujas.

Brujarella

Brujarella descubre que ha desaparecido uno de sus calcetines a rayas del tendedero. Las ranas del bosque de Terragrís también han ido desapareciendo poco a poco. “Mmmh, esto huele a misterio”, y Brujarella, junto a sus amigos Hugo, Gustavo y Cornelia, están dispuestos a resolverlo.

Esta novela está escrita e ilustrada por Iban Barrenetxea. Antes de leerla, yo ya conocía las ilustraciones de este artista y me parecían bastante remilgadas en el buen sentido, sobre todo por su pulidez, delicadeza y gracia. Por ello, al leer Brujarella me sorprendió lo divertido y desenfadado del tono del texto, el cual me ayudó a ver el punto irónico de las ilustraciones (no por nada Barrenetxea ha ilustrado La cata de Roald Dahl).

Lo que más me gustó de Brujarella es la combinación de elementos clásicos de la tradición brujil, como la escoba voladora, las pociones y el sombrero negro puntiagudo, con el tono fresco, divertido e irónico de la narración. Muy recomendable para leérselo a los niños en voz alta.

Basilisa la Bella

Esta entrada sobre brujas no estaría completa si no incluyera un cuento popular. “Basilisa la Bella” es un relato que pertenece originalmente a la tradición eslava; fue recopilado por Aleksandr Nikolaiévich Afanásiev, quien lo salvó del olvido al que estaba condenado debido a las reformas del zar Pedro I el Grande. Este zar buscaba europeizar a la Rusia de la época y censurar la tradición eslava. (¿Habrá alguna iniciativa para declarar a los compiladores de cuentos populares como benefactores de la humanidad?). Así, Afanásiev realizó su compilación entre 1855 y 1863 y luego fue ricamente ilustrada por Iván Bilibin.

“Basilisa la Bella” es un cuento poderoso. Basilisa es una hermosa joven que vive con su madrastra y sus hermanastras, quienes le ordenan hacer pesados trabajos domésticos para arruinar su belleza. Sin embargo, los trabajos son realizados por una muñeca mágica que la madre de Basilisa le regaló a esta antes de morir. Una noche, la muchacha tiene que ir a casa de la bruja Baba Yaga a pedirle lumbre, ya que en su casa se han apagado las velas.

A pesar de que la casa de Baba Yaga está hecha de huesos y cráneos humanos y de la horrible apariencia de la bruja (quien camina montada en un mazo de almirez y va borrando sus huellas con una escoba), Basilisa pronto se da cuenta de que Baba Yaga es en realidad una benefactora, pues es ella quien la ayuda a librarse del yugo de su madrastra y hermanastras.

Baba Yaga, ilustración de Iván Bilibin

Este cuento popular tiene un significado profundo que, como todo buen cuento popular, está delicadamente escondido detrás de la aparente sencillez de la trama. “Basilisa la Bella” muestra uno de los tópicos más populares en los cuentos de hadas, de acuerdo con Bruno Bettelheim: la dualidad de los seres humanos o de los padres. En este caso, la madre “buena” de Basilisa es la muñeca mágica y la “mala”, Baba Yaga. Ambas le dan herramientas a la muchacha para que supere su penosa situación familiar y tenga un destino más seguro y feliz.

Por otro lado, las ilustraciones de Bilibin, que recuerdan bastante al art nouveau, son sumamente expresivas y no fallan al situar al lector en un ambiente vívido, ya sea un frío bosque ruso o el interior de un palacio. También debo decir que me fascinan sus ilustraciones, en cornisas y marcos, de seres mixtos, como sirenas o mujeres-pájaro. Los seres mixtos, al igual que los cuentos populares, han poblado la imaginación de la humanidad desde hace milenios y nos hablan de un conocimiento igual de ancestral al que los niños entran directamente cuando leen o alguien les lee cuentos de hadas.

La bruja y el espantapájaros

“Scritch, scritch”, se oye en el cielo. El espantapájaros, clavado en el mismo sitio de siempre, levanta la mirada. ¿Eso es una bruja montada en monociclo? ¡Ah! ¡Cómo quisiera el espantapájaros poder volar!, como la bruja y como ese pajarillo que ha comenzado a mordisquear su paja.

La bruja y el espantapájaros, álbum sin palabras del ilustrador y narrador mexicano Gabriel Pacheco, habla de la identidad, los sueños y los cambios que experimentamos sin cesar durante toda la vida. Una bruja no está destinada a andar siempre en escoba voladora y un espantapájaros no tiene por qué pasarse la vida clavado en la misma granja, limitándose a suspirar cada vez que mira el cielo.

Lo que encadena las imágenes de este álbum silente y completa el sentido de la obra es la intención poética, escondida en pequeños detalles, como la mirada curiosa del espantapájaros, el optimismo reflejado en la bruja y las travesuras del pajarillo. Además, la atmósfera misteriosa y enrarecida de cada imagen apaisada de este libro lo vuelve el escenario perfecto para mirar y volver a mirar.

Las brujas

Bien, ahora hablemos de BRUJAS DE VERDAD. De brujas que ocultan su horrible apariencia, su calva, sus garras y sus patas sin dedos bajo la forma de mujeres elegantes, amables con los niños y sofisticadas. Hablemos del clásico contemporáneo Las brujas de Roald Dahl.

En la relectura que hice de Las brujas para escribir esta entrada, me di cuenta (quizá porque inmediatamente antes había leído cuentos de tradición oral sobre brujas) de cómo Roald Dahl combina aspectos de los cuentos de hadas tradicionales con elementos más bien modernos de la literatura para niños.

En este caso, la tradición oral es representada por la abuela del protagonista, quien, arrebujada en su sillón, en una noche fría de Noruega, narra minificciones sobre el terrible destino de los niños que se han encontrado con brujas. Por otro lado, el sabor a modernidad lo aporta el humor y la crueldad, ingredientes tardíos en la literatura infantil.

Siempre lo sospeché: Roald Dahl (igual que los mejores autores de literatura infantil) agrega elementos de cuentos de hadas en sus novelas, y eso, entre muchas otras cosas, explica su éxito. En Las brujas, por ejemplo, lleva al lector a creer que si te topas con una BRUJA DE VERDAD estás perdido, pero no importa, porque siempre hay una solución, hay una manera de enfrentarlas. Como decía Chesterton, los cuentos de hadas nos enseñan que los dragones pueden ser vencidos.

Debo decir que la segunda versión cinematográfica de Las brujas me decepcionó tanto que no existe para mí. Las malas actuaciones y los efectos de animación tan chafas me molestaron, pero no más que el “miedo” de contar una historia auténtica que asustara al público. ¡Estamos hablando de BRUJAS DE VERDAD, por Dios! Sin embargo, aunque entiendo que este tipo de producciones se realizan sólo para obtener ganancias, pues apelan a la nostalgia y a una fórmula ya probada que garantiza éxito, también comprendo que la tradición popular, los mitos y los cuentos de hadas, como la figura mítica de las brujas en este caso, sirve para reinventarse cada vez, según el contexto.

Así, el arquetipo de bruja puede tomarse con sus elementos clásicos (la escoba, la magia, la apariencia aterradora, el vestido negro) y reinventarse agregándole algo nuevo. A la vez, las brujas pueden ser, como hemos visto en este breve recorrido, villanas, benefactoras o justicieras. Al final, las brujas nunca mueren.

Para preguntar en la librería:

Afanásiev, A. N., y Bilibin, I. (2014). Basilisa la Bella y otros cuentos populares rusos. España: Reino de Cordelia.

Barrenetxea, I. (2017). Brujarella. Barcelona: Thule.

Dahl, R. (2015). Las brujas. México: Alfaguara.

Pacheco, G. (2016). La bruja y el espantapájaros. México: Fondo de Cultura Económica.

Encuentros con Martha Riva Palacio

Martha Riva Palacio es, para mí, una de las autoras más importantes de México, no sólo de literatura infantil, sino de literatura general.

Hace algunos años la entrevisté para conocer más acerca de su proceso creativo, ya que en sus novelas y cuentos para niños suele abordar temas considerados “difíciles” o “tabú”, como el suicidio, el abuso sexual o la inmigración. En aquella ocasión, Martha decía “Lo difícil no es hablar de temas complejos, sino el cómo […] Las metáforas son la red de seguridad que nos permite abordar estos temas sin que lastimen [a los lectores]”.[1] Esto es muy importante para entender su estilo, ya que los temas que aborda son vistos desde una perspectiva poética que nos proporciona distintas lecturas de un mismo texto. Además, el universo de Martha Riva Palacio está lleno de mitos, animales, peces, mar, el espacio y niños y niñas que no se sienten tan a gusto en la vida cotidiana. Creo que esos elementos, lo poético, los mitos, la naturaleza y la insatisfacción en los personajes, hacen que el estilo de Martha sea tan encantador para niños y adultos.

Por eso, en Encuentros, esta nueva sección de mi blog, les comparto mini reseñas de varios libros que he leído de Martha Riva Palacio con la esperanza de contagiarles el gusto por su obra.

Buenas noches, Laika

Buenas noches, Laika es una novela juvenil breve cuyo contexto es 1957, el año en que la perrita rusa Laika se convirtió en el primer ser vivo en orbitar la Tierra, a bordo del Sputnik 2. Sebastián, el protagonista de esta historia, está obsesionado con este acontecimiento, y trata de captar las señales que manda la perrita desde el espacio. Al mismo tiempo, está enamorado de su compañera de escuela, Marina, quien fallece después de haber sufrido un supuesto accidente que los adultos (tanto los padres de Sebastián como los padres de sus compañeros de escuela) se empeñan en ocultar o ignorar.

El espacio exterior es uno de los escenarios recurrentes en las obras de Martha Riva Palacio y, en este caso, la travesía de Laika y su órbita alrededor de la Tierra hacen alusión a la soledad y hablan, también, de lo lejanas que nos parecen ciertas personas, así como su mundo interior, sus pensamientos y sus emociones. En este caso, la perrita Laika es la metáfora perfecta de ello, pero para Sebastián, su compañera Marina también se le presenta como una isla en el espacio, es decir, lejana e incomprensible.

En otro sentido, lo lejano y lo incomprensible también son ciertas dificultades de la vida que los adultos les ocultan a los niños. Como se sugiere en la novela, parece que los papás insisten en no hablar de lo que verdaderamente le ocurrió a Marina, ya que, debido a varias circunstancias, se sugiere que la chica no falleció por un accidente. Esto es otra constante en la obra de Martha Riva Palacio, el hablar de tabús que a menudo creemos que no son apropiados para los niños; de hecho, al no hablar de cosas “difíciles” con los niños, se pasa por alto que ellos tienen vivencias y emociones tan complejas como las de cualquier adulto.

Buenas noches, Laika está ilustrado por David Lara, quien aprovecha el blanco y negro para amplificar la soledad y el aislamiento que experimentan los personajes de esta novela, así como paisajes lunares y juegos tipográficos.

Ella trae la lluvia

Esta otra novela juvenil de Martha Riva Palacio, editada por El Naranjo e ilustrada por Roger Ycaza, guarda ciertas similitudes con Buenas noches, Laika. Una chica, Calipso, llega a una isla y conoce a Teo, prácticamente su único amigo en ese mundo extraño. Ambos niños son outsiders, porque, por un lado, Calipso tiene piel morena y habla otro idioma, y Teo ha tenido que mudarse a esa isla con su tío porque sus padres fallecieron. La hostilidad hacia Calipso no se hace esperar, ya que desde la primera página se narra que los extranjeros están condenados a vivir en un extremo remoto de la isla.

Ilustración de Ella trae la lluvia por Roger Ycaza.

Pocos días después de su llegada, empiezan a suceder cosas raras en la isla y el mundo de Teo. Para narrar esas “cosas raras”, Martha Riva Palacio juega con algunas referencias de la mitología griega, como los perros de Escila. De esta manera, la mitología, ese conocimiento ancestral de la humanidad, se combina con problemáticas de la “vida real”, como la inmigración.

Tanto en Ella trae la lluvia como en Buenas noches, Laika hay un forastero o un outsider. Estos forasteros no sólo se encuentran físicamente aislados de los demás, sino también emocionalmente. Sebastián, el protagonista de Buenas noches, Laika, está solo en medio de un mundo de adultos que se niegan a explicarle que, a veces, la vida no es tan sencilla. Por eso se siente identificado con Laika y con su compañera Marina, porque ambas son víctimas del mismo tipo de soledad. El caso de Calipso quizá es más esclarecedor, pues se trata de una chica que llega a vivir a una isla en donde nadie más habla su idioma y en donde nadie, excepto Teo, parece comprenderla; es decir, está condenada a ser una extraña para todos los lugareños. Este motivo se repite en otra novela, La noche de los batracios.

La noche de los batracios

La noche de los batracios, editada por SM e ilustrada por Carlos Vélez, es una novela breve que, como el resto de la obra de Martha, se lee con mucha facilidad y con mucho placer. Cuenta la historia de Ana, una chica de nueve años que vive en una isla con su madre, después de haber pasado una temporada con sus estrictos abuelos. En la isla, Ana conoce a Moé, una extraña niña que parece tener sólo una parte de humana y mucho de pez o de batracio.

La aparición de Moé coincide con algunos sucesos extraños en la isla, como mojarras con tres ojos que se niegan a regresar al mar o jabalíes gigantes que surgen del mar y lanzan llamaradas verdes del hocico; y es que, en La noche de los batracios, los forasteros son los animales endémicos de un lugar (como ranas, peces y mojarras) con quienes convivimos todos los días, según el lugar en donde vivamos.

El encuentro con el otro es un tema recurrente en la obra de Martha Riva Palacio, pero no se trata solamente del encuentro de dos personas, sino del encuentro entre una persona y el entorno, o el encuentro entre una persona y un ser que está a miles de kilómetros de distancia.

Las sirenas sueñan con trilobites

¿Qué hacer cuando te pasan cosas que no entiendes? Cambiar de óptica. En Las sirenas sueñan con trilobites, Sofía es una sirena. O al menos lo es en su mente, y todos los demás son peces. Su mamá es un pez volador, el abusivo y violento novio de su mamá es una horrible barracuda, su abuela es un dragón marino y su mejor amiga, Luisa, es otra sirena.

Cuando Sofía se muda a la playa para vivir con su abuela, su óptica cambia de verdad después de que conoce a Luisa, una chica que se siente tan fuera de lugar como ella. Justamente, cuando la conoce, Sofía se da cuenta de que hay otras personas que comparten el cambio de óptica para lidiar con situaciones desagradables.

Lo que me encantó de Las sirenas sueñan con trilobites es que no se trata de una novela de corte fantástico, de hecho, es sumamente realista. A pesar de que hay escenas sacadas de la fantasía, como el huracán que se forma dentro de una casa o las tuberías del baño que expulsan pececillos, plantas o agua salada, creo que Las sirenas sueñan con trilobites es realista porque habla de cosas de las que nadie quiere hablar, como la pérdida, la reconciliación o el autodescubrimiento. A menudo, la forma que tenemos de lidiar con todo eso y de decir lo que pensamos es a través de metáforas o de cuentos que nos contamos a nosotros mismos.

Cosquillas

Martha Riva Palacio también escribe poesía (de hecho, su prosa es bastante poética). Uno de sus libros de poesía, Cosquillas (editado por El Naranjo e ilustrado por Betania Zacarias), está pensado para lectores muy pequeños e incluso para bebés; de hecho, está impreso en cartón para el “uso rudo” que sin duda le darán sus lectores.

Cosquillas me parece un poema interactivo. Empieza así:

“Mano moteada, pie dorado.

Risa, corazón.

Detrás de tu oreja

Hay una hormiga rayo de sol.

Tik, tik, tik…

Sus antenas buscan sueños,

los sueños buscan aire,

y el aire busca estrellas.

¿Dónde amanecen las estrellas,

El aire y los sueños?

¡Aquí, junto a tu panza!”

Ilustración de Cosquillas por Betania Zacarias.

Estos versos se acompañan con una ilustración de la madre del pequeño soplándole en la panza para hacerle cosquillas. Esto sugiere, creo, que el libro puede ser leído a los niños, pero la poesía y la rima también pueden ser dichas o recitadas mientras se les hace cosquillas a los niños en la panza. Asimismo, los versos finales sugieren el carácter juguetón y repetitivo del poema, que se puede decir rutinariamente para despertar al niño:

“Salta saltimbanco fuera de tu cama.

Un último bostezo y nos vamos,

¡buenos días!

¿Todavía no te despiertas?

Entonces,

¡volvamos a empezar!”

Por último, Cosquillas sintetiza mucho del estilo y de las obsesiones literarias de Martha Riva Palacio, como los peces, la naturaleza, el espacio, la maternidad y el amor.

Después de haber puesto sobre la mesa, uno detrás de otro, los libros de Martha Riva Palacio, encuentro que su estilo y su universo entero es hipnótico. Creo que las novelas y el poema que he recomendado en esta entrada son ideales para lectores de Ursula K. Le Guin, Neil Gaiman, Virginia Woolf o para lectores que, en general, disfrutan de la prosa poética y de las posibilidades que nos ofrecen los libros más “introspectivos”, por llamarlos de algún modo. Además, me parecen obras bastante inspiradoras, con las que se puede aprender a escribir.

Siempre que hablo sobre temas como el abuso o la violencia en la literatura infantil surgen preguntas como “¿por qué debería yo leer un libro triste?” En esta ocasión, quiero responder esa pregunta volviendo a citar Apocalipsis 10:9: “Toma y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. Algunos libros saben a miel.


[1] Puedes leer la entrevista completa siguiendo este enlace: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/devolver-las-palabras-entrevista-a-martha-riva-palacio/