Hay algunos libros de literatura infantil que han ayudado a que ésta sea lo que es hoy.
Desde finales del siglo XVIII, los libros para niños se fueron liberando, poco a poco, de ataduras pedagógicas, morales y de otros propósitos ajenos a ella que le impedían florecer como verdadera literatura, es decir, como una obra de arte. Matilda es uno de esos libros, y lo es por varias razones, pero una de las más poderosas es que en Matilda se les da un lugar y una voz propia a los niños, y no se les trata como seres inferiores a los adultos cuyo razonamiento es pobre.
Pero antes de hablar de eso, me gustaría hablar brevemente sobre algunos otros libros en donde también se valora la infancia sin edulcorarla. Ya desde el siglo XIX y principios del XX hay novelas con una visión particular y novedosa de la infancia, por ejemplo, Cinco chicos y eso (1902) de Edith Nesbit y Peter y Wendy (1911)de J. M. Barrie. Estas novelas son, además, dos fuertes influencias en la obra de Dahl. (¡Prometo una entrada larga sobre cada una!).
Al principio de Cinco chicos y eso, el narrador dice: “A los adultos les parece muy difícil creer en cosas extraordinarias, a menos que tengan lo que ellos llaman “pruebas”. Pero los niños creerán casi cualquier cosa, y los adultos lo saben […] Así que ustedes encontrarán muy fácil de creer que antes de que Anthea, Cyril y los otros hubieran estado una semana en el campo, encontraron un hada” (Nesbit, 2008, p. 5. La traducción es mía).
Mientras tanto, en Peter y Wendy (2011) el narrador señala: “Claro está que los países de Nunca Jamás varían mucho entre sí. El de John, por ejemplo, tenía una laguna con flamencos que volaban sobre ella, y John pasaba el tiempo disparándoles, mientras que Michael, que era muy pequeño, tenía un flamenco con lagunas volando sobre él […] Pero en general, los países de Nunca Jamás poseían un aire familiar, y puestos en fila se podría decir de ellos que tenían la misma nariz y ese tipo de cosas. En esas mágicas orillas los niños varan siempre sus coracles para ir a jugar. Todos hemos estado ahí, y todavía podemos escuchar el romper de sus olas, aunque ya nunca volveremos a pisar su tierra” (p. 86).
Para el narrador de Cinco chicos y eso es completamente natural que los niños crean “casi cualquier cosa” y por eso, es de lo más normal que los cinco chicos encuentren un hada en el campo. La visión de la infancia de Peter y Wendy es más nostálgica, pues esa etapa de la vida es el país de Nunca Jamás al que, como adultos, ya no se nos permite regresar. Estas dos visiones de la infancia pertenecen a autores que están en contacto con los niños que alguna vez fueron. Lo mismo pasa con Matilda,donde la mirada irónica del autor admite que hay niños insoportables con padres cegados por el amor y niños brillantes (como Matilda) con padres que merecen ser castigados de vez en cuando por su mal comportamiento y su falta de empatía con sus hijos.
Y es que las dos citas anteriores son muy parecidas al inicio de Matilda, cuando el narrador da su punto de vista acerca de los padres y los hijos. Más adelante, empezamos a conocer a Matilda, una niña excepcionalmente brillante cuyos padres son poco menos que ignorantes y crueles, unas personas que no imaginan el mundo interior de su hija. A pesar de eso, Matilda no abandona sus propias creencias, convicciones y aficiones, y continúa leyendo muchos libros para afinar sus poderes de telequinesis. Esto, tal como menciona la especialista en LIJ Boel Westin, “contiene un virulento ajuste de cuentas con la familia como institución, así como un retrato ya casi clásico del niño solo que se crea su propia estrategia de supervivencia y su concepción de la vida” (citado en Garralón, 2017, p. 116).
Aunque Westin afirma esto refiriéndose a la serie de libros Elvis Karlsson, también es aplicable a Matilda, ya que la protagonista se rebela, rechaza a su familia y se crea una forma de pensar y de ser propias, pero no sólo respecto a su familia, sino también frente a la escuela como institución, representada en el personaje de Tronchatoro.La creación y la defensa del mundo interior de Matilda ante la ignorancia de los adultos que la rodean es uno de los grandes aportes de la novela, porque simboliza la emancipación de la LIJ de sus ataduras moralistas y pedagógicas, y también de una visión que tiende a minimizar a los niños.
Otro aspecto que me encanta de Matilda es el humor. El humor, por cierto, es un ingrediente que tardó mucho en aparecer en la literatura para niños, naturalmente, debido a la visión paternalista y solemne que la aquejaba. Como recordarán, en la entrada anterior cité a Ana Garralón, quien dice que a partir de la publicación de Pedro Melenas en 1844, la literatura infantil comenzó a explorar los terrenos del humor sarcástico y del niño anárquico que hacía todo lo que quería. De hecho, la novedad de este libro radica en jugar con las prescripciones morales dirigidas a los niños que eran muy populares en aquella época.
A primera vista, parece que Pedro Melenas es un libro muy alejado de la obra de Roald Dahl, sobre todo por la época en que fue publicado, pero en realidad, el humor negro, el sarcasmo y la aparente crueldad las hacen obras muy parecidas, así como algunos otros libros de Dickens o Chesterton, admirados por Roald Dahl. De hecho, en Matilda podemos encontrar pasajes de un humor bastante irónico, como el final del capítulo “El fantasma”, cuando Fred le pregunta a Matilda si su loro se había portado bien y Matilda responde: “Lo hemos pasado estupendamente con él […] A mis padres les ha encantado” (Dahl, 1997, p. 50) después de hacerles creer a sus padres que el loro era un fantasma y asustarlos. En efecto, otro rasgo irónico de la novela es que Matilda se burla de la ignorancia de sus padres, por eso puede hacerles bromas sin que ellos sospechen. Eso, por otra parte, también muestra la división entre el mundo infantil y el mundo adulto, ya que los adultos, aunque sean personas mayores, también pueden ser tontos.
Care Santos, una escritora española de literatura para niños (autora de Mentira, una novela que reseñé aquí y que, por cierto, ha sido lo más leído del blog), dijo, a propósito del aniversario número 30 de la publicación de Matilda: “Dahl nos recordó, libro tras libro -y en ‘Matilda’ muy especialmente-, que los mayores somos mucho más decepcionantes, malvados y aburridos que los niños” (2018, párr. 1). Esto lo he comprobado sobre todo al observar guías de lectura y ejercicios “para hacer con tus hijos” a partir de la lectura de Matilda (y de otros libros) que siguen insistiendo en que la lectura debe servir “para algo” en lugar de, simplemente, leer porque sí, porque es divertido y placentero.
“Leer sin ataduras” podría ser un buen lema para leer en vacaciones (justamente como yo tengo planeado hacerlo en este mes), leer “sin pensar”, aunque eso no sea posible. Leer como dejándose llevar por la corriente del río, simplemente para saber cómo continúa la historia. Liberarnos de ataduras teóricas o críticas, así como la literatura infantil se liberó de pedagogías. Creo que ese es mi propósito estas vacaciones: recuperar la libertad al leer. He notado que cuando leo así, descubro muchas cosas que quizá quedan opacadas por la teoría. Espero hablar más a fondo de esto, cuando regrese de mis vacaciones, aprovechando que estoy leyendo algo de Aidan Chambers (todavía no me perdono no haberlo leído antes).
Aun si ustedes no tienen vacaciones, les deseo un buen verano y muchas lecturas libres. ¡Hasta entonces!
Para preguntar en la librería (y también para el lector curioso):
Barrie, J. M. (2011). Peter Pan. Madrid: Cátedra.
Dahl, R. (1997). Matilda. México: Alfaguara.
Garralón, A. (2017). Historia portátil de la literatura infantil. México: Ediciones Panamericana-Secretaría de Cultura.
Nesbit, E. (2008). Five Children & It. Reino Unido: Penguin Random House.
Santos, C. (2018). «Matilda» cumple 30 años». El periódico de Aragón. Disponible en: https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2018/09/13/matilda-cumple-30-anos-46740912.html
julio 17, 2021 a las 9:31 pm
Yo también leí Matilda y me pareció interesante tu visión de romper las instituciones como la familia y la educación. ¡Gran entrada!
julio 30, 2021 a las 11:47 am
Me encantan los cuentos de Roald Dahl porque como bien has dicho, no tratan a los niños como si fueran tontos. El gran de muchos libros, películas y series hoy en día, es que se enfocan en sermonear o tratarlos como si fueran de cristal, siendo que antes se veían cosas mucho más arriesgadas en las historias infantiles. Es una lástima. Lo bueno es que tenemos clásicos como Matilda a los cuales volver una y otra vez.
julio 30, 2021 a las 12:07 pm
¡Hola! Gracias por leer. Estoy de acuerdo contigo, ahora los libros, series y películas para niños arriesgan mucho menos, de hecho lo comprobé con la nueva adaptación al cine de «Las brujas», la hicieron como si les diera miedo asustar a los niños.
¡Saludos! De nuevo, gracias por leer.