Desde hace tiempo he pensado que los álbumes ilustrados son mi patio de juegos secreto. Son una esquina de la literatura infantil a donde voy cuando quiero llenar mis ojos de belleza. Y cuando lleno mis ojos de belleza, siento que también mi alma se reconforta.
¿Qué es un álbum ilustrado o libro álbum? Según Uri Schulevitz (cito de memoria):
“Un libro álbum es un libro que no se puede contar por teléfono”.
Según Murièle Modély (2017-2018):
“Un lugar de juego en torno al escrito, un campo nuevo donde se desarrolla, en un pacto de lectura aumentada, un paseo lúdico y sensible a través de la imagen” (p. 11).
Según Sophie Van der Linden (2015, citado en Escuela, 2017):
“El álbum es un soporte de expresión cuya unidad primordial es la doble página, sobre la que se inscriben, de manera interactiva, imágenes y texto. Mantiene una organización libre de la página y una concatenación articulada de página a página. La gran diversidad de sus realizaciones deriva de su modo de organizar libremente texto, imagen y soporte” (párr. 3).
Además, Maria Nikolajeva (2014) hace un par de precisiones técnicas sobre el álbum en Retórica del personaje en la literatura para niños (pero seguro que abunda más en ello en How Picturebooks Work):
“El único tipo de literatura para niños que permite un protagonista solitario es el libro álbum,[1] en el cual el personaje se presenta interactuando con objetos inanimados más que con personas. Esto puede reflejar la visión solipsista del niño muy pequeño” (p. 195).
Y más adelante, señala:
“Los álbumes ilustrados, con su representación tanto verbal como visual, pueden hacer uso de la omisión como contrapunto entre las palabras y las imágenes. Por ejemplo, en Donde viven los monstruos, la madre se representa en el texto pero nunca aparece en las ilustraciones.” (p. 468).
Espero que estas definiciones nos ayuden a ver que los álbumes son, a la vez, complejos y fascinantes. Justamente, a mí me apasionan porque parecen ser inacabables, y las preguntas que suscita la lectura de álbumes son igual de apasionantes. Por eso disfruté tanto leer la revista Fuera [de] Margen, especializada en el álbum y las narrativas gráficas. Pero, también, esta revista tuvo la piedad de mostrarme cuánto me falta por descubrir del mundo de las narrativas gráficas en general.
Fuera [de] Margen es la versión española de la revista francesa Hors Cadre[s], y quizá una de las cosas que más me gustan de esta publicación es que sus números son monográficos, porque eso permite adentrarse más profundamente en un tema específico. En este caso, los tres números de Fuera [de] Margen que he leído son el 21, 22 y 23, dedicados al juego de la letra (es decir, las letras como elementos plásticos y poéticos), las series y la relación entre realidad y ficción, respectivamente.
Para hablar brevemente de cada número, abordaré los artículos que más me gustaron, los que más me hicieron pensar o los que fueron un feliz descubrimiento por su contenido.
Creo que elegí leer el número sobre realidad y ficción casi inconscientemente, porque el papel de la fotografía en los álbumes y los fotolibros en general me interesan mucho. En este caso, me sorprendió y me intrigó a la vez el libro ¡A ver! de Helga Fleischhauer-Hardt con fotos de Will McBride que se analiza en el artículo “La fotografía miente mejor que el dibujo: breve historia de los libros de fotografías para niños” de Anna Castagnoli (2018-2019).
¡A ver! es un libro con intenciones pedagógicas que pretende hablarles a los niños sobre sexualidad sin tabúes, por medio de fotografías explícitas del coito, la penetración, el parto y el embarazo. Aunque esto podría parecer escandaloso, según Castagnoli (2018-2019), estas fotografías son “poco realistas” (p. 20), pues además de que muestran a los adultos teniendo sexo en ambientes impersonales (los fondos son blancos y, al parecer, hay poca o ninguna ambientación), las fotografías “muestran detalles anatómicos desde puntos de vista imposibles que ninguno de los dos participantes en un acto podrían ver” (p. 20).
Lo anterior me hace pensar que, tal como señala Castagnoli (2018-2019), al mostrar la sexualidad de una manera tan aséptica, se eliminan muchos aspectos del sexo que son, precisamente, lo que lo hace realista; entre otras cosas, la espontaneidad, el escenario, los tipos de cuerpo (Castagnoli no lo señala, pero me pregunto qué clase de cuerpos tendrán los actores de las fotos. ¿Serán delgados y atléticos, como modelos de revista?). Me da la impresión de que, paradójicamente, en aras de hablar de forma realista sobre sexo, se ha retirado todo detalle que ayudaría a que el tema fuera más cercano a los lectores. Por eso, me parece a mí que las fotografías de ¡A ver!, por su pretendida objetividad y frialdad,se parecen más a las de una enciclopedia que a las de un fotolibro que busca provocar asombro o curiosidad en sus lectores. Las fotografías de ¡A ver!, aunque reales, están manipuladas para ofrecer un discurso sobre el sexo como algo impersonal.
Otro descubrimiento de este número fue la ilustradora Fanny Pageaud, quien firma la ilustración de cubierta. El perfil de Pageaud y un resumen de su currículum están en el artículo “Fanny Pageaud: juegos de palabras, juegos de imágenes” de Maya Michalon (2018-2019). Tomando como pretexto a esta fantástica ilustradora puedo hablar de otra cosa que me fascina del álbum: la posibilidad que tiene de jugar con otros formatos para dejar de ser libro y convertirse en un objeto plástico que también es “volumen, espacio, se pliega, se despliega, se envasa, se agujerea” (Michalon, 2018-2019, p. 14). Esa es una de las ventajas de la periferia: como nadie ve, el álbum tiene la posibilidad de crecer y de expandirse hacia muchos espacios también periféricos. Un ejemplo de ello es la obra de Pageaud Alice racontée aux petits, una Alicia adaptada para los débiles visuales que combina fondos y textos realizados con lápices de colores y personajes hechos con elementos “táctiles” de diversos materiales.
El Musée des museaux amusants, un álbum con ilustraciones hiperrealistas (Pageaud es una maestra del hiperrealismo) de hocicos de diferentes animales coquetea con el libro informativo o de divulgación, pero a la vez, los ángulos que elige la ilustradora para mostrar estos hocicos tienen un punto divertido, lo cual me parece que rompe con la seriedad del libro informativo para niños.
Otra autora sensacional que descubrí gracias a Fuera [de] Margen es Anaïs Vaugelade, en el número 22, dedicado a las series. En esta entrevista, titulada “Anaïs Vaugelade: ‘¿Un poco más de serie?’”, Sophie Van der Linden presenta a Vaugelade, una autora de dos obras en formato serie (aunque ella lo niegue): Zuza y los Quichon, unos álbumes que me muero por leer.
Zuza es una chica audaz que tiene el poder de cambiar su entorno y volverlo más divertido. En palabras de la autora, los tres libros de Zuza (La Chambre de Zuza, Le Dîner de Zuza y Zuza dans la baignoire) parodian a la llamada, según Ana Garralón, “súper LIJ”, es decir, libros para la hora del baño, libros para la hora de la cena o libros para la hora de acostarse (Vaugelade llama a esto “libro medicamento”). De acuerdo con la autora, Zuza no es una serie porque no sigue la línea de los “libros para”; por el contrario, Vaugelade dice “quise otras cosas para el personaje” (2018, p. 17). Sin embargo, a su editor no le interesaba publicar más libros sobre Zuza debido al fracaso que había representado en librerías. Aun así, más allá de si es o no una serie, lo que llamó mi atención sobre Zuza es que sea la obra de Vaugelade que haya recibido más cartas de los lectores. Al respecto, la autora señala: “Si este personaje conmueve a los niños, es porque seguramente es un niño visto por dentro. Pero creo que la mayoría de los padres prefieren no saber que sus hijos tienen una vida interior; me dicen a menudo que Zuza es ‘desagradable’, que no es nada ‘mona’ […]” (2018, p. 17).
Lo que dice Vaugelade sobre Zuza abona a la tesis que cité antes de Nikolajeva: el álbum es el único género de la literatura para niños que permite un protagonista solitario. La verdad no sé qué tan solitaria sea Zuza, pues no he leído los libros, pero parece que sí tiene un gran mundo interior, como señala bellamente su creadora: Zuza “es un niño visto por dentro”, y eso quizá es lo que fascina y lo que da vértigo a la vez. No puedo decirlo con tanta seguridad porque no he leído nada de Zuza, pero intuyo que lo que asusta a los padres es el mundo interior del personaje (¿a quién no le asusta conocer los más íntimos pensamientos de una persona, sobre todo si esta persona es cercana a nosotros?); por ende, es también la razón de que estos libros no se compren con tanta frecuencia en librerías pero sí se tomen prestados de bibliotecas.[2]
En el número 22 de Fuera [de] Margen hay muchas otras cosas que probablemente interesarán a muchos más lectores, como los superhéroes (que viven, mueren, reviven y se reinventan con una frecuencia que yo envidio), los cómics y la posibilidad que éstos tienen de sobrevivir más allá de sus escritores e ilustradores, algo que me parece por demás fascinante: cuando la serie está ya tan establecida y es tan robusta que no necesita de su creador y también las cajas de Wonder Ponder, de las que ya hablamos por aquí.
Por último, el número 21 de Fuera [de] Margen, dedicado a “el juego de la letra”, está más cercano al mundo del diseño gráfico. La reflexión que nos propone este número es la siguiente: separar las letras del alfabeto de su función, servir como representaciones de los sonidos emitidos en una lengua concreta, para observarlas de manera más autónoma, es decir, ver las letras como las vería un poeta,[3] un poeta gráfico.
Entre los artículos que más llamaron mi atención está el de Manuel Garrido Barberá, “Typocalypse, un alfabeto contra el odio”, que analiza el Typocalypse elaborado por el estudio Eraboy en 2017. Este alfabeto toma la primera letra de las palabras más representativas del discurso de odio de Donald Trump e ilustra, por ejemplo, la A de Arrogance, la B de Bad hombre, la C de Climate change, la D de Deportation, la E de Enemy… Me parece que este ejercicio es capaz de mostrar cuán importantes son las palabras de un discurso tan mediatizado como el de Donald Trump. Al respecto, Garrido Barberá cita estas declaraciones de Eraboy: “Utilizar a Trump como personaje de nuestro abecedario parecía una idea lógica. Su postura no estaba, hasta ese momento, basada en acciones, sino en retórica y discurso, que en su forma más elemental no son más que letras de un abecedario utilizadas de la peor forma” (2017-2018, p. 13). Naturalmente, las letras de un abecedario se usan con otros fines perversos, ya que podemos usar la lengua como queramos. Pienso qué palabras usaríamos si quisiéramos hacer, por ejemplo, un abecedario sobre los feminicidios en México (y, más aún, sobre la forma en que éstos se abordan en la prensa mexicana): P de Poder, V de Víctima, M de Machismo… Tal vez así, reduciendo el discurso a su mínima expresión (las letras), las autoridades entenderían la urgencia de atender este problema. O quizá sería contraproducente; no puedo asegurar que nuestras autoridades entiendan tanta abstracción.
Justamente la abstracción y todo aquello que se “esconde” detrás de los álbumes y de las narrativas gráficas es lo que me fascina y también lo que me reta: como he dicho antes, aunque los álbumes ilustrados sean mi patio de juegos o el bosque a donde voy para salir un poco de mí misma, ello no quiere decir que sean simples. Bien se sabe que, entre el follaje del bosque, siempre se esconde algo más oscuro y poderoso, y eso, para mí, es lo que hace irresistibles a los álbumes ilustrados.
Por todo eso, celebro revistas como Fuera [de] Margen, que me enseñan y me hacen querer saber más sobre los álbumes ilustrados, sobre autores e ilustradores, sobre nuevos formatos de álbum, sobre las relaciones de este género con otras propuestas gráficas y, lo más importante, sobre cómo leer mejor texto e imagen.
Para conseguir Fuera [de] Margen:
http://www.pantalia.es/revistas.php
Y para el lector curioso:
Castagnoli, A. (2018-2019).La fotografía miente mejor que el dibujo: breve historia de los libros de fotografías para niños. Fuera [de] Margen, (23), 18-21.
Escuela, L. (28 de diciembre de 2017). Libro álbum. Herramientas para el análisis [Versión web] Recuperado de https://narracionoral.es/index.php/es/documentos/articulos-y-entrevistas/articulos-seleccionados/1377-albumes-ilustrados-herramientas-para-el-analisis
Garrido, M. (2017-2018). Typocalypse, un alfabeto contra el odio. Fuera [de] Margen, (21), 12-13.
Michalon, M. (2018-2019).Fanny Pageaud: juegos de palabras, juegos de imágenes. Fuera [de] Margen, (23), 14-15.
Modély, M. (2017-2018). Abecedarios: los desafíos de la imagen. Fuera [de] Margen, (21), 10-11.
Nikolajeva, M. (2014). Retórica del personaje en la literatura para niños. México: FCE.
Van der Linden, S. (2018). Anaïs Vaugelade: “¿Un poco más de serie?”. Fuera [de] Margen, (22), 16-19.
[1] Aunque yo dudo que esta afirmación sea cierta, pues encuentro que Elvis, el protagonista de la serie de novelas cortas Elvis Karlsson también es un niño algo solitario que interactúa con objetos inanimados, los cuales funcionan como una extensión de su mundo interior.
[2] Este es un fenómeno bastante común en la literatura para niños: libros que no se compran mucho pero sí se toman prestados de bibliotecas. Me parece interesante abordarlo como teoría de la recepción, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
[3] Hablando de esto, me viene a la mente el libro de poemas De la A a la Z por un poeta de Fernando del Paso. No es un álbum, pero las letras son el objeto central de los poemas que, además, incluyen ilustraciones hermosas de letras capitulares.
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