Martha Riva Palacio es, para mí, una de las autoras más importantes de México, no sólo de literatura infantil, sino de literatura general.
Hace algunos años la entrevisté para conocer más acerca de su proceso creativo, ya que en sus novelas y cuentos para niños suele abordar temas considerados “difíciles” o “tabú”, como el suicidio, el abuso sexual o la inmigración. En aquella ocasión, Martha decía “Lo difícil no es hablar de temas complejos, sino el cómo […] Las metáforas son la red de seguridad que nos permite abordar estos temas sin que lastimen [a los lectores]”.[1] Esto es muy importante para entender su estilo, ya que los temas que aborda son vistos desde una perspectiva poética que nos proporciona distintas lecturas de un mismo texto. Además, el universo de Martha Riva Palacio está lleno de mitos, animales, peces, mar, el espacio y niños y niñas que no se sienten tan a gusto en la vida cotidiana. Creo que esos elementos, lo poético, los mitos, la naturaleza y la insatisfacción en los personajes, hacen que el estilo de Martha sea tan encantador para niños y adultos.
Por eso, en Encuentros, esta nueva sección de mi blog, les comparto mini reseñas de varios libros que he leído de Martha Riva Palacio con la esperanza de contagiarles el gusto por su obra.
Buenas noches, Laika
Buenas noches, Laika es una novela juvenil breve cuyo contexto es 1957, el año en que la perrita rusa Laika se convirtió en el primer ser vivo en orbitar la Tierra, a bordo del Sputnik 2. Sebastián, el protagonista de esta historia, está obsesionado con este acontecimiento, y trata de captar las señales que manda la perrita desde el espacio. Al mismo tiempo, está enamorado de su compañera de escuela, Marina, quien fallece después de haber sufrido un supuesto accidente que los adultos (tanto los padres de Sebastián como los padres de sus compañeros de escuela) se empeñan en ocultar o ignorar.
El espacio exterior es uno de los escenarios recurrentes en las obras de Martha Riva Palacio y, en este caso, la travesía de Laika y su órbita alrededor de la Tierra hacen alusión a la soledad y hablan, también, de lo lejanas que nos parecen ciertas personas, así como su mundo interior, sus pensamientos y sus emociones. En este caso, la perrita Laika es la metáfora perfecta de ello, pero para Sebastián, su compañera Marina también se le presenta como una isla en el espacio, es decir, lejana e incomprensible.
En otro sentido, lo lejano y lo incomprensible también son ciertas dificultades de la vida que los adultos les ocultan a los niños. Como se sugiere en la novela, parece que los papás insisten en no hablar de lo que verdaderamente le ocurrió a Marina, ya que, debido a varias circunstancias, se sugiere que la chica no falleció por un accidente. Esto es otra constante en la obra de Martha Riva Palacio, el hablar de tabús que a menudo creemos que no son apropiados para los niños; de hecho, al no hablar de cosas “difíciles” con los niños, se pasa por alto que ellos tienen vivencias y emociones tan complejas como las de cualquier adulto.
Buenas noches, Laika está ilustrado por David Lara, quien aprovecha el blanco y negro para amplificar la soledad y el aislamiento que experimentan los personajes de esta novela, así como paisajes lunares y juegos tipográficos.
Ella trae la lluvia
Esta otra novela juvenil de Martha Riva Palacio, editada por El Naranjo e ilustrada por Roger Ycaza, guarda ciertas similitudes con Buenas noches, Laika. Una chica, Calipso, llega a una isla y conoce a Teo, prácticamente su único amigo en ese mundo extraño. Ambos niños son outsiders, porque, por un lado, Calipso tiene piel morena y habla otro idioma, y Teo ha tenido que mudarse a esa isla con su tío porque sus padres fallecieron. La hostilidad hacia Calipso no se hace esperar, ya que desde la primera página se narra que los extranjeros están condenados a vivir en un extremo remoto de la isla.
Pocos días después de su llegada, empiezan a suceder cosas raras en la isla y el mundo de Teo. Para narrar esas “cosas raras”, Martha Riva Palacio juega con algunas referencias de la mitología griega, como los perros de Escila. De esta manera, la mitología, ese conocimiento ancestral de la humanidad, se combina con problemáticas de la “vida real”, como la inmigración.
Tanto en Ella trae la lluvia como en Buenas noches, Laika hay un forastero o un outsider. Estos forasteros no sólo se encuentran físicamente aislados de los demás, sino también emocionalmente. Sebastián, el protagonista de Buenas noches, Laika, está solo en medio de un mundo de adultos que se niegan a explicarle que, a veces, la vida no es tan sencilla. Por eso se siente identificado con Laika y con su compañera Marina, porque ambas son víctimas del mismo tipo de soledad. El caso de Calipso quizá es más esclarecedor, pues se trata de una chica que llega a vivir a una isla en donde nadie más habla su idioma y en donde nadie, excepto Teo, parece comprenderla; es decir, está condenada a ser una extraña para todos los lugareños. Este motivo se repite en otra novela, La noche de los batracios.
La noche de los batracios
La noche de los batracios, editada por SM e ilustrada por Carlos Vélez, es una novela breve que, como el resto de la obra de Martha, se lee con mucha facilidad y con mucho placer. Cuenta la historia de Ana, una chica de nueve años que vive en una isla con su madre, después de haber pasado una temporada con sus estrictos abuelos. En la isla, Ana conoce a Moé, una extraña niña que parece tener sólo una parte de humana y mucho de pez o de batracio.
La aparición de Moé coincide con algunos sucesos extraños en la isla, como mojarras con tres ojos que se niegan a regresar al mar o jabalíes gigantes que surgen del mar y lanzan llamaradas verdes del hocico; y es que, en La noche de los batracios, los forasteros son los animales endémicos de un lugar (como ranas, peces y mojarras) con quienes convivimos todos los días, según el lugar en donde vivamos.
El encuentro con el otro es un tema recurrente en la obra de Martha Riva Palacio, pero no se trata solamente del encuentro de dos personas, sino del encuentro entre una persona y el entorno, o el encuentro entre una persona y un ser que está a miles de kilómetros de distancia.
Las sirenas sueñan con trilobites
¿Qué hacer cuando te pasan cosas que no entiendes? Cambiar de óptica. En Las sirenas sueñan con trilobites, Sofía es una sirena. O al menos lo es en su mente, y todos los demás son peces. Su mamá es un pez volador, el abusivo y violento novio de su mamá es una horrible barracuda, su abuela es un dragón marino y su mejor amiga, Luisa, es otra sirena.
Cuando Sofía se muda a la playa para vivir con su abuela, su óptica cambia de verdad después de que conoce a Luisa, una chica que se siente tan fuera de lugar como ella. Justamente, cuando la conoce, Sofía se da cuenta de que hay otras personas que comparten el cambio de óptica para lidiar con situaciones desagradables.
Lo que me encantó de Las sirenas sueñan con trilobites es que no se trata de una novela de corte fantástico, de hecho, es sumamente realista. A pesar de que hay escenas sacadas de la fantasía, como el huracán que se forma dentro de una casa o las tuberías del baño que expulsan pececillos, plantas o agua salada, creo que Las sirenas sueñan con trilobites es realista porque habla de cosas de las que nadie quiere hablar, como la pérdida, la reconciliación o el autodescubrimiento. A menudo, la forma que tenemos de lidiar con todo eso y de decir lo que pensamos es a través de metáforas o de cuentos que nos contamos a nosotros mismos.
Cosquillas
Martha Riva Palacio también escribe poesía (de hecho, su prosa es bastante poética). Uno de sus libros de poesía, Cosquillas (editado por El Naranjo e ilustrado por Betania Zacarias), está pensado para lectores muy pequeños e incluso para bebés; de hecho, está impreso en cartón para el “uso rudo” que sin duda le darán sus lectores.
Cosquillas me parece un poema interactivo. Empieza así:
“Mano moteada, pie dorado.
Risa, corazón.
Detrás de tu oreja
Hay una hormiga rayo de sol.
Tik, tik, tik…
Sus antenas buscan sueños,
los sueños buscan aire,
y el aire busca estrellas.
¿Dónde amanecen las estrellas,
El aire y los sueños?
¡Aquí, junto a tu panza!”
Estos versos se acompañan con una ilustración de la madre del pequeño soplándole en la panza para hacerle cosquillas. Esto sugiere, creo, que el libro puede ser leído a los niños, pero la poesía y la rima también pueden ser dichas o recitadas mientras se les hace cosquillas a los niños en la panza. Asimismo, los versos finales sugieren el carácter juguetón y repetitivo del poema, que se puede decir rutinariamente para despertar al niño:
“Salta saltimbanco fuera de tu cama.
Un último bostezo y nos vamos,
¡buenos días!
¿Todavía no te despiertas?
Entonces,
¡volvamos a empezar!”
Por último, Cosquillas sintetiza mucho del estilo y de las obsesiones literarias de Martha Riva Palacio, como los peces, la naturaleza, el espacio, la maternidad y el amor.
Después de haber puesto sobre la mesa, uno detrás de otro, los libros de Martha Riva Palacio, encuentro que su estilo y su universo entero es hipnótico. Creo que las novelas y el poema que he recomendado en esta entrada son ideales para lectores de Ursula K. Le Guin, Neil Gaiman, Virginia Woolf o para lectores que, en general, disfrutan de la prosa poética y de las posibilidades que nos ofrecen los libros más “introspectivos”, por llamarlos de algún modo. Además, me parecen obras bastante inspiradoras, con las que se puede aprender a escribir.
Siempre que hablo sobre temas como el abuso o la violencia en la literatura infantil surgen preguntas como “¿por qué debería yo leer un libro triste?” En esta ocasión, quiero responder esa pregunta volviendo a citar Apocalipsis 10:9: “Toma y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. Algunos libros saben a miel.
[1] Puedes leer la entrevista completa siguiendo este enlace: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/devolver-las-palabras-entrevista-a-martha-riva-palacio/
abril 23, 2021 a las 8:33 pm
¡Muy completa!