Wonderponderear es jugar a poner todo de cabeza. Quizá por eso siento miedo y fascinación cada vez que abro una caja.
Cuando leo las preguntas de Wonder Ponder no puedo evitar que surja una respuesta rápida y fácil en mi cabeza. Por ejemplo, ante la pregunta “¿puede un mono ser moderno?” pensé “¡Claro que no! ¿Qué pregunta es ésa?”, pero luego me detuve, volví sobre mis pasos y me pregunté “¿Pero qué significa ser moderno? Tiene que ver con la idea, la noción del tiempo: antiguo vs moderno. ¿Tiene un mono noción del tiempo? Si es así, ¿cómo es? ¿Qué animales tienen esta noción? ¿Qué implica tener noción del tiempo?” Y es que las preguntas de Wonder Ponder me arrastran a cuestionarme otras cosas, como si estuviera en una corriente, en mar abierto, sin salvavidas; pero, a fin de cuentas, de eso se trata wonderponderear.
Wonderponderear es jugar a preguntar y preguntarse. Ellen Duthie, la creadora del proyecto, propone iniciar el juego diciendo “oye, ¿y si pensamos un rato?” De hecho, el mismo diseño de Wonder Ponder parece un juego de mesa: dentro de una cajita hay tarjetas sueltas que muestran escenas ilustradas por Daniela Martagón relacionadas con la crueldad (Mundo cruel), la identidad (Yo, persona, un claro guiño a Yo, robot), la realidad y los sueños (¡Pellízcame!) y la libertad (Lo que tú quieras). Al reverso de cada tarjeta encontramos preguntas acerca de lo que vemos en la escena, pero también de lo que está “más allá”, de lo que no necesariamente vemos en la ilustración y que, sin embargo, puede ser un paralelismo importante sobre el que vale la pena reflexionar. Adicionalmente, en la cajita hay tarjetas en blanco para crear una escena y varias preguntas en torno a ella, y un póster que me parece fascinante, al menos el que se incluye en Mundo cruel, porque parece “El jardín de las delicias” de El Bosco.
Contenido de la caja de Wonder Ponder y póster, Duthie y Martagón, 2017
Pues bien, ya que tenía la caja de Mundo cruel a la mano, decidí wonderponderear un rato. Saqué las tarjetas y me puse a mirarlas al azar, aunque me detuve en las que más llamaron mi atención; por ejemplo, en la que muestra a unas ratas científicas haciendo experimentos con niños pequeños en un laboratorio. Este cambio de enfoque, esta “puesta al revés” del mundo como lo conocemos es muy característico de Wonder Ponder. En este caso, me hizo pensar que, al parecer, vivimos muy cómodamente sabiendo que los científicos humanos experimentan con ratas u otros animales “en nombre del avance científico”, incluso consumimos productos de empresas que realizan este tipo de pruebas o experimentos; sin embargo, si esto se pone al revés y son los animales quienes experimentan con humanos, puede parecernos que la misma situación es insoportablemente cruel. Ahora pienso que probablemente nuestra percepción de la crueldad cambiaría si la ilustración mostrara a unos científicos experimentando con perros o gatos.
Anverso y reverso de una carta para wonderponderear, Duthie y Martagón, 2017
¿Dónde está el límite de la crueldad? ¿Hay forma de ser más o menos cruel?, ¿cómo saberlo?, ¿quién pone los límites? ¿Uno mismo? Son preguntas que aparecieron en mi mente cuando vi (y leí y traté de analizar) la ilustración “¡En cuanto dejes de patalear podrás salir!” Automáticamente, como adultos, podemos pensar que no es cruel que un padre bañe a su hijo porque “es por el bien del niño”, pero al darle la vuelta a la tarjeta (y al pensamiento también, hay que decirlo), leemos la pregunta “¿Es cruel obligar a alguien a hacer algo que no quiere hacer?”; ello nos obliga a pensar más allá de lo que vemos en la ilustración. Que un padre obligue a su hijo a bañarse puede parecer inocente, pero ¿qué tal si fuera otra situación, incluso más sutil, pero donde hubiera el mismo juego de poder entre una persona con “autoridad” y otra “indefensa”?
Anverso y reverso de una carta para wonderponderear, Duthie y Martagón, 2017
Después de haber wonderpondereado, descubrí que las preguntas del juego se pueden expandir hacia otros ámbitos. En Mundo cruel no sólo se aborda la crueldad, sino que hay preguntas sobre “la dignidad, el miedo, la responsabilidad y la indiferencia” (Thomas Linden, s.f.); es decir, aunque parezcan inocentes, estas preguntas en realidad tienen muchas aristas y hacen que pensemos en una amplia variedad de temas, incluso permiten cuestionar las convenciones sociales.
Mientras me preparaba para escribir esta entrada, consulté la página web de Wonder Ponder en busca de algo que me diera luz sobre este proyecto tan fascinante. Para esto, fueron de mucha utilidad los textos del blog y las entrevistas a Ellen Duthie, quien afirma que “la filosofía ‘entrena’ para estar en el mundo de una forma activa, indagadora y responsable” (Ellen Duthie, entrevistada por Dani Gutfreund, 2018). Su proyecto, además de contribuir a ese proceso, abre preguntas que pueden ser discutidas entre niños y adultos. Muchas de estas preguntas, dice Duthie, son dudas legítimas que los niños tienen sobre el mundo y, al establecer el diálogo, éstos se sienten escuchados como auténticos interlocutores que son tomados en serio.
De hecho, Ellen Duthie afirma que desde que nació el proyecto siempre se partió de la observación de los niños y su relación con la filosofía para realizar preguntas e ilustraciones que se pudieran usar en el aula, por ejemplo, y que invitaran a la reflexión. ¡Eso es algo que me entusiasma muchísimo! Significa que en Wonder Ponder se trabaja sin una perspectiva autoritaria o preceptiva y, en cambio, las autoras y editoras se ponen de parte de su público. Además, lo conocen empíricamente, no construyen un lector ideal abstracto y tampoco lo conducen al camino del bien moral con el wonderpondereo, sino que simplemente lo invitan a detenerse y a mirar, por unos instantes, sus pensamientos.
Después de haber wonderpondereado con la cajita de Mundo cruel se me ocurrió mi propia escena de la crueldad. No la dibujé porque no tengo esas dotes artísticas, pero trataré de describirla lo mejor que pueda:
Gracias a las preguntas de Mundo cruel, que se me quedaron pegadas en la mente por varios días, me acordé del caso del youtuber que le dio galletas rellenas de pasta dental a un indigente y grabó la escena para subirla a sus redes sociales “para jugar”, “sólo por fama” y para “ganar vistas”, como declararía él mismo algún tiempo después. Lo que más resuena en mi mente es el hecho de que todos los espectadores de ese video hayan sido testigos de la crueldad. ¿Los hace eso copartícipes? Si el youtuber no hubiera sido famoso o si, incluso, no hubiera tenido redes sociales, ¿habría hecho lo que hizo? El juez que lo sentenció por haber violado la integridad moral de la víctima respondió que no a esta última pregunta, porque el youtuber sabe, dijo el juez, que en la “vida real” está mal hacer eso. Pero entonces, ¿la audiencia de este youtuber lo obligó, explícita o implícitamente, a grabar ese video porque exige ver contenido morboso? Si el youtuber hubiera grabado el video para sí mismo, es decir, si no lo hubiera hecho público, ¿seguiría siendo igual de cruel? El haber grabado la “broma” ¿aumenta el nivel de crueldad?
Como me encanta engolosinarme, pienso quedarme por un tiempo con algunas de estas preguntas y saborearlas un rato, porque, como dice Oscar Brenifier (otro autor experto en filosofía para niños), “a uno puede gustarle una pregunta por sí misma, únicamente porque es una bella pregunta, porque presenta un bello problema, portador de sentido y de valor” (Brenifier, 2011).
¿Eres docente y has usado Wonder Ponder en el aula? ¡Me encantaría saber tu experiencia! Déjala en los comentarios.
Para preguntar en la librería:
Mundo cruel
Ellen Duthie (texto) & Daniela Martagón (ilustraciones)
Ciudad de México, Sexto Piso niños, 2017.
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