“¿Por qué la gente de todo el mundo disfruta el jugo de estas naranjas cuando hay niños como yo que deben derramar su sangre para recogerlas?” (Satyarthi, 2019, p. 120).

Ese es uno de los testimonios de niños trabajadores que Kailash Satyarthi, activista por los derechos de los niños y la abolición del trabajo infantil en la India, recoge en Salvemos a la infancia. Satyarthi compartió el Premio Nobel de la Paz con Malala Yousafzai en 2014 por su lucha contra el trabajo infantil y a favor de la educación para todos. Lleva haciendo este trabajo desde 1980, cuando creó el Movimiento Salvemos a la Infancia.

En este libro, el primero de Satyarthi traducido al español, se explica cómo funciona el movimiento, las alianzas que tiene (tanto con la sociedad civil como con el gobierno de India) y los proyectos para acabar con el trabajo infantil. Pero también hay varios testimonios de niños trabajadores que han sido rescatados de fábricas de alfombras, canteras, fábricas de vidrio soplado o plantaciones. En estos lugares, niños tan pequeños como de entre 5 y 14 años son obligados a trabajar hasta por 20 horas al día, separados de sus familias y abusados física, sexual y psicológicamente sin recibir ni un solo pago. En pocas palabras, son niños esclavos.

Creo que nadie duda que los niños no deben trabajar, incluso en condiciones seguras, porque es claro que el trabajo infantil es perjudicial. Según Satyarthi: “La exposición prolongada al polvo, a sustancias químicas, a pesticidas y al calor los vuelve [a los niños] vulnerables a enfermedades incurables […] Puedo decirles, por experiencia, que trabajar hasta 12 o 14 horas al día en condiciones no reguladas les afecta [a los niños] tremendamente los ojos, el hígado, los riñones, los pulmones y las extremidades” (Satyarthi, 2019, p. 45).

Pero el trabajo forzado y la esclavitud también mina el desarrollo psicológico y emocional de los niños. Kailash Satyarthi relata que rescató a un niño que no mostraba ninguna expresión en el rostro, que parecía de cera. Más tarde, el activista descubrió que el niño había aprendido a reprimir sus emociones cuando, estando en la fábrica, empezó a llorar y su inhumano patrón lo golpeó.

Entonces, si el trabajo forzado y la esclavitud corrompe tanto a los niños, ¿por qué existe? Satyarthi responde:

“[Los niños] trabajan en condiciones inhumanas sin chistar. A diferencia de los adultos, los niños no forman sindicatos que ejerzan presión sobre los patrones. Es fácil coaccionarlos para que trabajen largas horas, incluso por la noche, a cambio de muy poco dinero, si no es que sin pago alguno. A menudo se ha observado que a los niños trabajadores se les trata como objetos inanimados y se les obliga a vivir en los mismos talleres en que trabajan”.

(Satyarthi, 2019, p. 47).

Pero quizá la principal razón de ser del trabajo forzado y la esclavitud infantil sea la pobreza. Muchas personas piensan que los niños que trabajan ayudan a sus padres a solventar los gastos, pero la realidad, de acuerdo con Satyarthi, es que los niños rara vez reciben un pago; lo único que se les da a los padres es un anticipo de entre 500 y 1,000 rupias (entre 6 y 13 dólares). En todo caso, si los padres reciben dinero, algunas veces se lo gastan en alcohol mientras sus hijos son esclavizados.

Ilustración por @atole.de.mazapan

Lo que me gusta no sólo de este libro sino también del método de Satyarthi para acabar con la explotación infantil es su visión, ya que para él, salvar a la infancia no equivale solamente a rescatar niños de fábricas o canteras (acción que ya es sumamente loable por sí sola); salvar a la infancia es construir un entorno favorable para ellos. Por eso, el Movimiento Salvemos a la Infancia ha creado las aldeas favorables a la infancia o Bal Mitra Gram. Estas aldeas, que se centran en permitir el desarrollo infantil con un carácter democrático, tienen varios principios, por ejemplo, el prohibir que los niños sean empleados, traficados o que estén casados, que los niños reciban una educación sustanciosa y de calidad o que formen Bal Panchayat (consejos infantiles) reconocidos por el Gram Panchayat (el consejo general de la aldea). En Salvemos a la infancia se narran muchas historias de éxito y de liberación en las Bal Mitra Gram, por ejemplo, cómo se logró impedir la boda forzada de una pequeña que después inspiró a más niñas de su aldea a asistir a la escuela o cómo los vecinos de otra aldea se organizaron, liderados por los niños, para exigir agua potable o caminos seguros y dignos.

Hay que decir que Salvemos a la infancia está escrito en clave de ensayo o de “no ficción”, pero en realidad es mucho más que eso: este libro apunta hacia una realidad concreta que está sucediendo en estos momentos, en la India y en muchos países más, como México. Por eso, mientras lo leía recordaba una frase de María Teresa Andruetto (2014): “Leer a la luz de un problema es dejarse atravesar por un texto” (p. 88). Yo diría que también es dejar que el texto haga crujir el suelo bajo nuestros pies para tambalearnos y agujerear el pensamiento que creemos sólido y llano en nuestra mente. En este caso, Salvemos a la infancia nos confronta con el trabajo infantil y con lo poco que sabemos sobre él, a pesar de que somos sus cómplices al consumir fast-fashion, por ejemplo.

Entonces, al confrontarme con el trabajo infantil en la India, me di cuenta de que no sabía nada sobre la misma situación en México, el país de donde soy, en donde vivo y desde el que les escribo esto. Así que decidí investigar algunos datos, a pesar de que el trabajo infantil en México se ve todos los días: basta con salir a comer a un restaurante para encontrarse con niños que venden dulces, flores o cigarros. Lo que descubrí me sorprendió: de acuerdo con Save the Children México (2020), en nuestro país hay 3.2 millones de niños de 5 a 17 años trabajando en actividades económicas no permitidas o en quehaceres domésticos.

Ahora, con la pandemia provocada por el SARS-Cov-2, la situación de los niños se ha endurecido. A todos nos afecta, de alguna u otra manera, el aislamiento social, pero para los niños, la socialización es crucial, así como la educación presencial en la escuela. La ansiedad y la depresión en niños y adolescentes ha ido en aumento, tanto, que se habla de que esas enfermedades son “la otra pandemia”, o la pandemia “silenciosa”; sé de alguien cuyo hijo pequeño se puso a llorar un día porque extrañaba a su mejor amigo. Pero algo que me parece todavía más preocupante es la deserción escolar.

De acuerdo con datos de Save the Children México (2021), “tan solo en el ciclo 2020-2021 se calculó una disminución del 10% en la matrícula escolar de nivel básico, de los cuales, casi 1 millón y medio son niñas y adolescentes mujeres”. De estas niñas y adolescentes, muchas se verán obligadas a ayudar con las labores domésticas o a cuidar de otros familiares que estén en casa, lo que necesariamente reducirá su tiempo para jugar; además, el hecho de que no asistan a la escuela mermará significativamente su futuro y sus oportunidades laborales, lo que hará inmensamente más arduo un camino de por sí agreste, debido a toda la discriminación y violencia que sufrimos las mujeres en México.

Ilustración por @atole.de.mazapan

Por supuesto, la pandemia también obligará a muchos niños a trabajar, específicamente, a 2.5 millones, según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) (Ortega, 2021). Al perder sus ingresos económicos, muchas familias se ven orilladas a echar mano de todos los recursos, sin importar si deben sacrificar la infancia de sus hijos. Y así, volvemos al círculo vicioso del trabajo infantil y la pobreza del que hablaba Satyarthi, ya que la Organización Internacional del Trabajo calcula que “por cada punto porcentual adicional de pobreza adulta, el trabajo infantil aumenta 0.7 por ciento” (citado por Ortega, 2021, párr. 2). En México, se estima que la pobreza aumentará “entre 7.2 y 7.9 puntos porcentuales derivado de la pandemia” (Ortega, 2021, párr. 3).

Como mencionaba en párrafos anteriores, las lesiones físicas y psicológicas tarde o temprano acompañan al trabajo infantil; de hecho, Satyarthi dice que los niños trabajadores de hoy son los adultos discapacitados de mañana, y gastarán buena parte de sus recursos en atención médica (y, probablemente, se les dificultará o imposibilitará trabajar en su adultez). Sin embargo, me pregunto cuáles serán las secuelas, sobre todo psicológicas, de los niños mexicanos que abandonen los estudios por la pandemia y empiecen a trabajar. Me parece que no es exagerado decir que estas secuelas marcarán a toda una generación que creció en una etapa ya de por sí atacada por enfermedades como la depresión y la ansiedad y a la que se le agrega el aislamiento por el coronavirus. Los niños están en riesgo de perder su infancia debido al trabajo, la esclavitud, la falta de educación y la crisis sanitaria general que afecta a México, y no debemos permitirlo. El tiempo no regresa.

Para frenar este problema, Kailash Satyarthi propone algunas alternativas que, me parece, se pueden traer a México. Sin duda, la educación para todos es una de ellas, pero aquí la clave no es solamente elegir no mandar a los niños a trabajar en lugar de estudiar (sé que eso puede ser complicado para algunas familias), sino darle el voto al candidato que proponga políticas públicas claras y bien estructuradas para brindarles una sociedad mejor a los niños en el tema educativo pero también, por ejemplo, en cuestiones de salud y seguridad. Desde mi punto de vista, la escuela debería ser la institución que nos ofrezca igualdad, sin importar de qué clase social venimos.

Otra alternativa es hacernos conscientes acerca de quién produce y cómo se produce lo que consumimos. Uno de los logros del Movimiento Salvemos a la Infancia ha sido crear la etiqueta Good Weave en alfombras producidas en India que se exportan a otros países. La presencia de esta etiqueta garantiza que no se utilizó mano de obra infantil en la fabricación de las alfombras. Así, los consumidores conscientes del problema del trabajo y la esclavitud infantil pueden elegir comprar sólo alfombras que porten esta etiqueta. Además, podemos negarnos a comprar fast-fashion o, como sugiere Satyarthi en su libro, no recibir cortesías (ni siquiera un vaso de agua) de un niño que trabaje limpiando la casa de nuestros amigos. Otras alternativas pueden ser donar a través de Save the Children a la causa que más nos preocupe, ya sea trabajo infantil, migración o abuso sexual.

Para terminar, libros como Salvemos a la infancia nos permiten tomar en serio los problemas de los niños. Los niños ni son tontos que no comprenden la realidad ni son adultos en miniatura: son personas que pueden sufrir estrés, tristeza o rabia por todo lo que pasa a su alrededor, y hay que trabajar para construir un mundo mejor para ellos, aunque esto suene romántico. Creo que esa fue una de las razones por las que decidí hacer una reseña de Salvemos a la infancia en mi blog, porque no se puede escribir buena literatura infantil si continuamos subestimando a los niños y si no conocemos sus problemas, sus preocupaciones o sus dificultades sociales.

Tal vez alguien piense que lo que podemos hacer para cambiar esta situación no sea mucho, porque “una golondrina no hace el verano”. Y es verdad, una golondrina no hace el verano, pero esa única golondrina, posada en la rama de un árbol, cantando sola, está haciendo su parte.

Para preguntar en la librería:

Salvemos a la infancia

Kailash Satyarthi

México, Grano de sal, 2019.

O léelo en Bookmate siguiendo este enlace:

https://es.bookmate.com/books/EOQN2TEP

Y para el lector curioso:

Andruetto, M. T. (2014). La lectura, otra revolución. México: Fondo de Cultura Económica.

Ortega, E. (17 de febrero de 2021). Prevén que el COVID “empuje” a 2.5 millones de niños a trabajar. El Financiero. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/preven-que-el-covid-empuje-a-2-5-millones-de-ninos-a-trabajar

Save the Children. (11 de junio de 2020). Organizaciones de la sociedad civil hacen un llamado a incrementar los esfuerzos para prevenir y erradicar el trabajo infantil y sus peores formas. Disponible en: https://www.savethechildren.mx/enterate/noticias/erradicar-el-trabajo-infantil

Save the Children. (4 de marzo de 2021). Niñas y adolescentes en México, más vulnerables que nunca a un año de la pandemia por Covid-19. Disponible en: https://www.savethechildren.mx/enterate/noticias/mas-vulnerables-que-nunca