Una estatua, unas cartas, una voz

Para el escarabajo pelotero

Este libro lo tiene todo: misterio, aventura, fantasía, onirismo, estatuas egipcias, botánica, flores azules, escarabajos peloteros, partidas de ajedrez, una mansión antigua, una historia de amor del siglo XVIII y pastillas de regaliz.

No sé si la crítica de LIJ lo dice (y, francamente, no me importa demasiado en estos momentos) pero, para mí, los libros de María Gripe son clásicos raros. Son raros en el sentido de que, al menos en México, su presencia (y ya no digamos su lectura) no es muy frecuente en bibliotecas, librerías o escuelas. De hecho, la investigadora Beatriz Vera Poseck dice que, de los 40 libros de María Gripe, 20 se han traducido en España y de ellos, 10 no se han descatalogado. 

No sólo por esta circunstancia sus libros son raros, sino también por “insignes, sobresalientes o excelentes en su línea”. Y esto, de hecho, los hace clásicos. Claro, la definición de libro clásico es mucho más amplia y compleja, pero a mí me gusta ceñirme a lo que dice Italo Calvino: los clásicos son libros que siempre se sacuden el polvo de la historia (ya que se mantienen frescos, actuales) y, por mucho que te hablen sobre ellos, siempre terminan por sorprenderte. 

Conocí a María Gripe (ya lo he contado antes) a través de su libro Elvis Karlsson, del cual leí maravillas en La retórica del personaje de María Nikolajeva. En cuanto terminé esa novela, se convirtió en uno de mis libros favoritos; por eso, cuando, un día, navegando y curioseando por Bookmate, me topé con Los escarabajos vuelan al atardecer, no dudé en leerlo.

«Creatures of the order Coleoptera», ilustración de Kelsey Oseid

No les voy a mentir: al principio me decepcioné un poco, ya que Los escarabajos… no se parece en nada a Elvis Karlsson. Aun así, seguí leyendo, pues la prosa es emocionante y aguijoneante, porque te incita a seguir y seguir leyendo para descubrir qué va a pasar.

Los escarabajos vuelan al atardecer es la historia de Jonás, Annika (hermanos, de 13 y 15 años, respectivamente) y David (un amigo común de 16 años). Los tres chicos, con personalidades totalmente diferentes, toman un trabajo temporal en la quinta Selanderschen, una de las mansiones más antiguas de su ciudad, Ringaryd, y también una de las más misteriosas. El trabajo es muy sencillo: solamente tienen que cuidar las plantas, pero hay una planta en particular que parece comunicarse con ellos.

La quinta Selanderschen se vuelve un lugar mágico para los niños, un lugar que, al principio, no comparten con nadie más. Y cuando, una tarde, Jonás, Annika y David encuentran el cuarto de verano, las cartas de Emilie y su historia de amor frustrado con Andreas Wiik (discípulo de Carlos Linneo), nada vuelve a ser como antes.

El mundo literario de María Gripe es de niños poderosos, audaces e inteligentes. Niños sensibles que tienen sus propias ideas sobre el mundo en el que viven. En este caso, Jonás y Annika son los que cumplen más atinadamente con esa caracterización.

Jonás es un chico apasionado del periodismo, los enigmas, las investigaciones y de narrar sus aventuras en la grabadora que recibe por su cumpleaños. Pronto, el descubrimiento de las cartas del cuarto de verano en la quinta Selanderschen lleva a los chicos a descubrir que Andreas Wiik llevó a Ringaryd una escultura egipcia, proveniente de uno de sus viajes científicos en el siglo XVIII. Presuntamente, la estatua estaría enterrada en Ringaryd. Cuando el misterio se filtra a la prensa, Jonás es testigo de la poca ética profesional de los dueños de periódicos, así que decide actuar según sus propios valores y convicciones. 

Annika tiene reflexiones muy maduras y muy profundas después de descubrir la historia de amor de Emilie y Andreas. Mientras Emilie sentía devoción y abnegación por Andreas, a este nunca le importó la muchacha y su amor, sólo su carrera profesional como botánico y discípulo de Carlos Linneo. Pero esto, reflexiona Annika, no tiene por qué ser justo o normal, y no es algo con lo que ella piensa conformarse. Estos son tiempos distintos, y Annika está convencida de que puede relacionarse románticamente de una manera más sana.

Lo mejor de Los escarabajos vuelan al atardecer es que los chicos construyen sus opiniones después de explorar y experimentar el mundo fantástico de la quinta Selanderschen. No hay ningún adulto que les esté dando una cátedra sobre cómo es la vida o las relaciones humanas, sino que ellos lo descubren por su cuenta, armando el “rompecabezas” del misterio de la estatua egipcia y debatiendo sobre él. 

Los escarabajos vuelan al atardecer es una novela de misterio. Tiene todos los elementos para serlo: un enigma aparentemente irresoluble, pistas “inocentes” que pueden pasar desapercibidas y un excelente tratamiento de la tensión en la narrativa, que funciona como un estira y afloja (de ahí que yo piense que la prosa es “aguijoneante”). Sin embargo, hay también elementos fantásticos, como el escarabajo pelotero y la flor azul, que se comunican con Jonás, Annika y David y les dan pistas o Julia Jason Andelius, la dueña de la quinta Selanderschen que telefonea a David para jugar ajedrez a distancia. (Y, gracias al juego, David sabe cuál es el siguiente paso para encontrar la estatua).

No quiero decepcionarlos, pero, al final, la verdad es que el misterio sobre dónde está la estatua egipcia no importa mucho. Lo que verdaderamente importa es el cambio en el mundo interno de los chicos. Por ejemplo, al principio, es muy notorio cómo Annika piensa que todo es un juego tonto sin ningún sentido y luego empieza a involucrarse más en la historia de amor de Emilie y Andreas y, a partir de ahí, como ya dije, saca sus propias conclusiones sobre las relaciones humanas, las cuales tienen un punto de vista feminista, por cierto.

Arriba dije que Elvis Karlsson es muy diferente a Los escarabajos vuelan al atardecer pero en realidad tienen mucho en común, especialmente la focalización en los sentimientos. Primero nos metemos en la mente de los personajes y sabemos cómo afrontan la vida y los acontecimientos que les suceden, y luego esto (no sé cómo explicarlo) se transmite al lector. Creo que esta es la razón por la que sentí la prosa de María Gripe hacerse un ovillo dentro de mi corazón la primera vez que la leí. Pienso que los autores de LIJ más exitosos tienen una característica en común: son empáticos tanto con los niños como con su niño interior y su propia infancia. Por eso, eventualmente, se vuelven clásicos.

A menudo, las novelas de misterio son cuadros que miramos muy de cerca. Solamente cuando damos un par de pasos atrás podemos ver el paisaje completo y establecer relaciones entre acontecimientos aparentemente insignificantes. Me pasó eso leyendo Los escarabajos… (y otras novelas de misterio, como La aguja hueca, de la saga del detective Arsène Lupin) y sospecho que me pasará a medida que vaya leyendo toda la obra (o lo que esté traducido al español y al inglés) de María Gripe. Espero que poco a poco pueda ir juntando piezas hasta formar una imagen completa del maravilloso mundo de la autora.

Para preguntar en la librería:

Los escarabajos vuelan al atardecer

María Gripe

España, Ediciones SM, 2010

Encuéntralo en Bookmate: https://es.bookmate.com/books/qCT33eGx 

Y para el lector curioso:

Vera Poseck, B. (2006). María Gripe: literatura de emociones. CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), (190). Recuperado de: https://www.revistasculturales.com/articulos/33/clij-cuadernos-de-literatura-infantil-y-juvenil/506/1/maria-gripe-literatura-de-emociones.html 

1 Comment

  1. Muy interesante término «aguijoneante». Bastante adecuado para un libro con un gran desarrollo. ¡Una excelente entrada!

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